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Napoleón utilizaba este coche para desplazarse.  Los bandoleros eran un peligro durante los viajes en el siglo XIX.

RÍOS SIN PUENTES. Existían otros fin aquellos en que los canteros han ballos –en la costa, también en bar-

inconvenientes. “Sabía de antemano trabajado en su restauración; saliendo co– y en torno a 1850 existen ya tra-

–cuenta Andersen– que en este país ya de Aranjuez, como es natural que mos de ferrocarril. Andersen descri-

faltaba el puente cada vez que había tanto el rey como la reina nunca ten- be un local donde se tomaban las di-

que cruzar el río. Precisamente, en la gan intención de ir más allá, el cante- ligencias: “Un local lóbrego y grande,

ruta de Barcelona a Valencia existía ro descansa en la indulgencia”.                  semejante a un establo, situado en un

un lugar determinado donde, a menu-                                                   callejón. Una vela sobre un barril da-

do, los torrentes de la sierra se des- COMO SARDINAS EN LATA. Los ba luz permitiéndonos ver una media

mandaban, siendo causa de más de viajes se realizaban en coches de ca- docena de coches apiñados; apenas

una desgracia. Hacía pocos años que                                                   había sitio para la multitud de gente

una diligencia abarrotada había des-                                                  que esperaba para salir”.

aparecido sin dejar rastro, se suponía                                                      Había diferentes coches de caba-

que la corriente la había arrastrado                                                  llos: diligencias, tartanas, galeras, on-

hasta el Mediterráneo”. Y, al llegar a                                                mibuses… El escritor danés cuenta

Báscara, describe cómo se cruzaban                                                    cómo eran los que llevaban a Córdo-

ríos como el Fluviá: “La corriente                                                    ba desde la estación de tren: “Todos

era arrolladora, pero no había puente                                                 los pasajeros que deseaban ir al centro,

alguno. Una de las diligencias que nos                                                sin excepción, fueron encajados en el

había adelantado avanzaba ya por en                                                   único ómnibus que esperaba delante de

medio de la corriente, otra esperaba                                                  la estación; solo Dios y el cochero sa-

en la margen; los pasajeros descendie-                                                ben cómo consiguieron meterlos a to-

ron para ir a pie en busca de las bar-                                                dos. Los equipajes iban arriba, una

cas que les cruzasen, mientras el car-                                                montaña increíble de bultos de mudan-

gado carruaje probaba suerte inten-                                                   za. El coche crujía y chirriaba con tan-

tando alcanzar la orilla opuesta.                                                     ta carga. En el interior íbamos los pa-

Unos campesinos acudieron en nues-                                                    sajeros apiñados como sardinas en la-

tra ayuda; unos empujaban el coche,              Mapa de España de la época de 1800.  ta. No había luz alguna, ni en el coche
otros tiraban de las mulas, y delante                                                 ni en la carretera, que alumbrase el ca-

de ellos iba el que real-                                                                     mino”.

mente hacía de piloto,     Murcia-Cartagena, 6 horas                                            El clima también añadía
uno que conocía bien                                                                          dureza al viaje. Andersen

el fondo del río. Den-     Lo que más contrasta de los viajes ‘a lo ¡viva la Pepa!’ y los de  no cesa de quejarse del ca-
tro del coche tuvimos      hoy es, sin duda, la duración. Un viaje Madrid-Sevilla, que el     lor y Blanco-White re-

que levantar los pies      AVE realiza en dos horas y media, costaba en 1810 entre 10 y cuerda que, “en España, el

para no mojarnos”.         12 días. Andersen cuenta que, desde Córdoba, “la línea de fe- verano es lo más duro para

  Alejandro Dumas          rrocarril a Madrid aún no está completa; hay que tomar la dili-    los viajeros, y solo la nece-
–que visitó España y       gencia. Esta va tirada por diez mulas que, sin consideración a     sidad hace que los españo-
dejó sus impresiones       lo accidentado del camino, corren a velocidad de vértigo. Hay      les se decidan atravesar las
(“España y África.         que aguantar veintitrés horas dentro de ese carromato para         ardientes llanuras que
Cartas selectas”)– de-     llegar a Santa Cruz de Mudela”. Andersen también relata 6-7        abundan en el país. Para
                           horas para ir de Bailén a Granada, de un día desde Valdepeñas

cía que “en un radio de    a Bailén y de dos de Barcelona a Valencia. Claro que lo acci- evitar el castigo del sol, los

10 a 15 leguas alrede-     dentado del camino podía alargar el viaje más. Alejandro Du- carruajes salen entre las 3

dor de Madrid, los ca-     mas cuenta que “el mayoral nos había exigido siete horas para      y 4 de la madrugada, se pa-
minos son transitables,    las siete leguas que separan a Madrid del Escorial” (cada le-      ran desde las 9 de la maña-
fuera de los días en que   gua son 5.572,7 metros); y Andersen que, de Murcia a Cartage-      na hasta las 4 de la tarde y
la lluvia ha empapado      na, “la diligencia salió a las diez de la mañana. Arribamos a      completan la etapa del día
el suelo o el sol hendido  Cartagena a las cuatro de la tarde”. Sorprende, porque hoy en      caminando hasta las 9 o las
la tierra reseca, y en     día esos trayectos se realizan en media hora.                      10 de la noche”. ◆

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