Diésel, los malos de la película
- Hasta 2012 la OMS no declaró cancerígenos a los óxidos de nitrógeno, ni las partículas en suspensión
12 diciembre 2017
Hace tiempo que los motores de los vehículos diésel están señalados como uno de los responsables principales de la contaminación y como el más perjudicial entre los automóviles con motores de combustión. De hecho, ya son varias las ciudades que tienen previsto prohibir la entrada al centro de la ciudad a los vehículos propulsados por motores diésel, como Madrid y Barcelona, en España o París y Bruselas, en Europa. Y en algunos casos, incluso a los coches con motor de gasolina. ¿Pero realmente está justificado?
Diferentes estudios apuntan que hace unos años los vehículos de motor diésel, aunque consumían menos que los de gasolina, causaban hasta cuatro veces más emisiones contaminantes del aire, con niveles muy superiores de dióxido de nitrógeno (NO2) y partículas en suspensión. Eran los principales emisores de las nocivas partículas de óxidos de nitrógeno (NOx) y dióxido de azufre (SO2).
Pero los motores diésel actuales no resultan tan nocivos. Aunque no dejan de emitir partículas contaminantes sobre la atmósfera, los propulsores más modernos han ido evolucionando para adaptarse a las cada vez más restrictivas exigencias legislativas que buscan llegar a las emisiones cero. Así, en un motor diésel de última generación que cumple la normativa Euro6, las emisiones de NOx se han reducido hasta en un 90%.
Parque demasiado viejo
Es evidente que la historia ha cambiado con los modelos más actuales, pero si nos fijamos en el parque de vehículos que pueblan nuestras vías –más si nos centramos en nuestro país–, comprobamos que hay demasiados coches viejos. La edad media de nuestro parque de vehículos supera los 12 años.
Antes de la década de los 90 del siglo pasado –no hace tanto tiempo–, la mayoría de los motores de los coches que se movían por nuestras carreteras eran todos de gasolina. Pero en la última década del siglo XX tuvieron un gran desarrollo los motores diésel. Su menor consumo era la base de su éxito. Y, además, sus bajas emisiones de CO2 les otorgaba la etiqueta de motores “más limpios”. Pero la realidad era que resultaban más nocivos en su ciclo de combustión –más con la inyección directa–, mucho más contaminantes, con elevadas emisiones en partículas en suspensión (PM10 y PM2,5) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Hasta 2012 la OMS (Organización Mundial de la Salud) no declaró estas emisiones como cancerígenas.
Respuesta tardía de los fabricantes
Los fabricantes tardaron demasiado tiempo –sobre todo en Europa– en introducir sistemas para reducir las emisiones de los motores diésel. La tecnología para la recirculación de los gases de escape, los catalizadores y la trampa NOx (filtros de partículas y reducción catalítica selectiva) no se adoptaron hasta hace relativamente poco tiempo. Hasta que entró en vigor en 2011 la normativa Euro5, los coches diésel no estaban obligados a incorporar de serie el filtro de partículas. Y no fue hasta 2015, con la Euro6, cuando los fabricantes se vieron obligados a introducir la tecnología anticontaminante en sus coches, que se ha ido volviendo más restrictiva en los siguientes años.
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Filtros de partículas: Denominados FAP o DPF. Están colocados en el tubo de escape. Retienen todas las partículas sólidas que genera el motor, que luego incinera, proceso conocido como regeneración.
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Trampas NOx: Las EGR atrapan en sus mallas y luego elimina los gases de combustión.
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Aditivos AdBlue: A veces, en motores más potentes es necesario utilizar estos aditivos, sistema denominado SCR (catalizador de reducción selectiva). Cuentan con un depósito que hay que rellenar.
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¿Y los motores de gasolina?: La legislación es poco restrictiva de momento, pero desde este año el Grupo Volkswagen ya está introduciendo en todos sus motores TSI y TFSI un filtro de partículas, que reducirán éstas en un 90%.