De viaje con IA: ¿un buen copiloto?
- Algunos modelos ya incorporan la herramienta de búsqueda basada en IA.
15 octubre 2025
La Inteligencia Artificial (IA) ha dejado de ser una promesa del futuro para convertirse en una realidad cotidiana en la industria de la automoción. Cada vez más vehículos están equipados con sistemas que aprenden, predicen y reaccionan en tiempo real. No sólo conducen por nosotros, también nos protegen, nos avisan, y pronto podrán tomar decisiones más complejas que la de frenar o acelerar. La gran pregunta ya no es si llegarán a convivir con nosotros en la carretera, sino si estamos realmente preparados para esa convivencia.
La IA en los coches. La Inteligencia Artificial es un campo de la informática que se enfoca en crear sistemas que puedan realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción. En el contexto del automóvil, esta tecnología permite que los sistemas del vehículo no sólo recopilen datos (por ejemplo, a través de cámaras, radares o sensores), sino que los interpreten, analicen y tomen decisiones en función de ellos.
Aunque la palabra “inteligente” puede parecer abstracta, su aplicación en un coche es concreta. La IA en automoción se basa en tres capacidades esenciales: percibir, decidir y actuar.
Por una parte, la percepción del entorno: a través de cámaras, radares, sensores ultrasónicos y sistemas LiDAR, el coche capta lo que ocurre a su alrededor (otros vehículos, peatones, ciclistas, señales, bordillos, etc.).
Por otra, la toma de decisiones: utilizando algoritmos de aprendizaje automático, el sistema interpreta los datos y anticipa comportamientos. Por ejemplo, si un peatón se acerca a un paso de cebra, el coche puede frenar automáticamente antes de que cruce.
Y, por último, la actuación autónoma: el vehículo responde activando frenos, dirección o acelerador. Todo sucede en milisegundos y de forma coordinada, a menudo más rápido que una reacción humana.
Todo ello es, precisamente, lo que permite que un coche pueda detectar la cercanía de un ciclista en un punto ciego, que anticipe un frenazo o que ajuste su ruta en tiempo real según el estado del tráfico. Y en un futuro no muy lejano, incluso podría llegar a interpretar contextos complejos, como anticipar que tras una pelota en la calzada podría aparecer un niño.

Más allá del límite humano. La Inteligencia Artificial ya permite que los vehículos perciban su entorno con una precisión que supera la capacidad humana en ciertas condiciones, analizando ingentes cantidades de datos y con numerosos sensores para detectar peligros, anticipar colisiones y reaccionar en milisegundos.
“Esta capacidad de 'pensar' y actuar de forma autónoma es la clave para reducir drásticamente los accidentes atribuidos al error humano, principal causa de siniestralidad vial”, explica Ricardo Olalla, responsable del Área Mobility de Bosch para España. “Estamos hablando de vehículos que, gracias al aprendizaje continuo, se adaptan a diferentes escenarios, desde la congestión urbana hasta las vías rápidas, optimizando rutas y estilos de conducción para un menor consumo y emisiones”, añade.
La seguridad como motor del cambio. Los sistemas ADAS (Advanced Driver Assistance Systems) llevan años funcionando como pioneros de esta revolución tecnológica. Desde 2022, todos los vehículos de nueva homologación están obligados en la UE a incorporar de serie hasta ocho de estos sistemas. Y desde julio de 2024, ya deben estar disponibles en todos los vehículos nuevos que se vendan.
Estos asistentes, como el frenado autónomo de emergencia, la alerta de cambio involuntario de carril o el control de velocidad inteligente, han demostrado su eficacia reduciendo el número y la gravedad de los accidentes. Pero la IA lleva estos sistemas a otro nivel, permitiéndoles ir más allá de la simple reacción: analizar, anticiparse y actuar incluso en situaciones imprevistas.
Para el responsable del Área Mobility de Bosch, “la IA es el último avance que amplía enormemente la capacidad de los sistemas para conocer el entorno y reaccionar de manera óptima. La pregunta de si estamos preparados no es sólo técnica, sino social, y nuestra respuesta es rotunda: sí, estamos en el camino”.
La clave está en la progresiva automatización asistida, que permite al conductor seguir al mando mientras se familiariza con la tecnología. “Esta transición progresiva es fundamental para que los usuarios confíen en la tecnología. Por eso, trabajamos también en interfaces intuitivas y en definir límites operativos claros”, puntualiza Olalla.
“La automatización del ejercicio de la conducción supone, en primer lugar, la reducción de los errores humanos y eliminar factores como distracciones, alcohol o fatiga”, matiza Ramón Ledesma, socio de la consultora Impulso by Pons.
El factor humano. Por tanto, la transición hacia una conducción asistida por IA no depende únicamente de la tecnología, sino del propio conductor. La educación vial deberá adaptarse para explicar no sólo cómo funcionan estos sistemas, sino también cuáles son sus limitaciones. Un sistema de asistencia no sustituye al conductor, pero puede ser su mejor aliado usado con criterio.

La propia Dirección General de Tráfico (DGT) ya emplea inteligencia artificial para vigilar el cumplimiento de las normas. Las 232 cámaras con IA repartidas por todo el país detectan, con gran precisión y en tiempo real, infracciones como el uso del móvil al volante, la no utilización del cinturón o la falta de sistemas de retención infantil. Incluso pueden identificar si un coche excede el número de ocupantes permitidos, o si tiene la ITV caducada al cruzar la matrícula con la base de datos. La tecnología trabaja de forma continua, día y noche, y sus imágenes son revisadas automáticamente y luego por personal especializado para asegurar la validez de las denuncias.
El futuro ya está en marcha. El Reglamento Europeo 2019/2144, que establece el marco legal para mejorar la seguridad de los vehículos en la UE, con especial énfasis en la incorporación de sistemas avanzados de asistencia a la conducción (ADAS), es una pieza clave dentro de la estrategia europea de “Visión Cero”, y marca el camino, pero aún queda mucho por recorrer.
Para Ricardo Olalla, la clave está en una regulación robusta, infraestructuras inteligentes y una sociedad informada y receptiva: “La IA al volante no es una cuestión de ‘si’, sino de ‘cómo’ y ‘cuándo’. Estamos preparados porque la necesitamos para construir un futuro más seguro y sostenible. Es un camino que debemos recorrer juntos: tecnología, conductores, reguladores y sociedad”.
La IA, en el corazón de la conducción autónoma. En este universo creado alrededor de la inteligencia artificial en el automóvil, la conducción autónoma cobra protagonismo (ver reportaje págs. 16-24). Sin la IA, un vehículo no podría tomar decisiones por sí mismo ni interpretar el entorno de manera fiable. La conducción autónoma, en su forma más avanzada, requiere que el coche sea capaz de “ver”, “entender” y “actuar” sin intervención humana, algo que sólo es posible mediante sistemas de IA entrenados para analizar millones de variables en tiempo real. Recordemos que a día de hoy ningún modelo comercial ha alcanzado todavía el nivel 5 de autonomía (conducción 100 % sin intervención humana). En la actualidad, los vehículos más avanzados están en el nivel 3: pueden conducir de forma autónoma en condiciones muy concretas.
“Esta conducción autónoma irá también más allá del simple confort que pueda proporcionar a los conductores”, explican desde Renault. “Por un lado, facilitar la autonomía a personas con movilidad reducida que no pueden circular en automóvil por sí solos. Por otro, mejorar la eficiencia del tráfico y reducir la siniestralidad: se estima que más del 90 % de los accidentes de tráfico se producen por el factor humano y podrían evitarse en gran medida con la conducción autónoma”, añaden.
Armonía entre tecnología y conductor. La IA no va a sustituir al conductor de la noche a la mañana. Pero ya está aquí, asistiendo, protegiendo y aprendiendo con cada kilómetro recorrido. Y eso plantea un nuevo contrato entre la tecnología y el ser humano, uno donde ambos deben colaborar de manera armónica para lograr una movilidad más segura, más eficiente y más inteligente. Por tanto, el reto ahora es doble: seguir innovando, pero sin perder de vista la educación, la ética y la responsabilidad. Porque, aunque el coche piense, el conductor sigue siendo -y lo hará por mucho tiempo- el último responsable al volante.
Ventajas
1. Seguridad. Permite anticipar colisiones, evitar obstáculos y reducir errores humanos, que siguen siendo la principal causa de siniestralidad.
2. Precisión. Capta más datos y los procesa más rápido que cualquier conductor. Puede ver donde el ojo humano no alcanza.
3. Eficiencia. Optimiza rutas, reduce el consumo de combustible y las emisiones mediante una conducción más racional.
4. Comodidad personalizada. Ajusta en tiempo real parámetros como la temperatura, la posición del asiento o el tipo de conducción en función de los hábitos del conductor.
5. Mantenimiento predictivo. Detecta problemas mecánicos antes de que ocurran, ahorrando dinero y tiempo en reparaciones.
6. Mejor gestión del tráfico. Gracias a la comunicación V2I (vehículo-infraestructura), permite adaptar la conducción a las condiciones reales de la carretera.
Desventajas
1. Dependencia tecnológica. Ramón Ledesma puntualiza que “una dependencia excesiva por parte del conductor en esta fase temprana de la IA puede llevarle a confiarse demasiado y perder reflejos”.
2. Fallos técnicos o de interpretación. Ningún sistema es infalible, y los errores en situaciones límite pueden ser graves.
3. Ciberseguridad. Los vehículos conectados son vulnerables a ataques que podrían comprometer la seguridad del conductor. “No obstante errores en el software, sensores o 'hackeos' podrían llegar a generar algún accidente grave, pero siempre será menor en general que el accidente derivado del comportamiento humano”, señalan desde Impulso by Pons.
4. Privacidad. La recopilación continua de datos plantea dudas sobre qué se hace con esa información y quién la controla.
5. Regulación y responsabilidad. ¿Quién responde en caso de accidente? ¿El conductor, el fabricante, el programador? “Existe una responsabilidad legal difusa por, precisamente, una falta de claridad normativa sobre la respuesta en caso de accidente”, aclara Ramón Ledesma.
6. Aceptación social. No todos los conductores están dispuestos a ceder el control a una máquina. La confianza tarda en construirse.





