País rico = menos accidentes
- El estudio reveló que un aumento del gasto en mantenimiento y conservación por kilómetro de red contribuye a una reducción en la tasa de mortalidad a partir del año siguiente a la realización del gasto
15 abril 2021
Miembros del grupo de investigación Transporte y Seguridad (TRYSE) de la Universidad de Granada han realizado un estudio a nivel europeo sobre la influencia de las inversiones en carreteras sobre la siniestralidad vial. El análisis contempla datos de 23 países durante el período comprendido entre 1998 y 2016. Los países incluidos en el estudio son: Austria, Bélgica, Croacia, República Checa, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia, España, Suecia y Reino Unido.
Descenso de la siniestralidad
A lo largo de casi dos décadas, según el estudio, la cantidad total de recursos económicos invertidos en las carreteras ha experimentado, de forma generalizada, dos fases claramente diferenciadas. En una primera fase, desde 1998 hasta 2008, se produjo un período de auge en las inversiones viarias. De esta forma, porcentaje de recursos invertidos en carreteras para el conjunto de países analizados, pasó de representar el 0,84% del PIB en 1998, al 1,11% en 2008. A continuación, le siguió una segunda fase marcada por la crisis financiera global de 2008 y la crisis de deuda soberana de 2011, en la que los recursos económicos destinados a carreteras descendieron hasta el 0,65% del PIB en 2016. Esta situación de recortes en el gasto destinado a la infraestructura viaria se hizo especialmente notable en Irlanda, España, Portugal e Italia.
Al mismo tiempo, las cifras de fallecidos en carreteras interurbanas durante el periodo de estudio reflejan la notable mejoría que se lleva produciendo desde finales de los años 90: de las 33.453 personas que perdieron la vida en 1998, a las 14.177 en 2016. Estas cifras, expresadas en términos relativos a la población, son el equivalente a 87 fallecidos por cada millón de habitantes en 1998 y 32 por millón en 2016. España es uno de los países en los que se produjo un mayor descenso de la mortalidad, pasando de 4.811 víctimas en 1998 a 1.291 en 2016, representando una reducción del 73%. La construcción de nuevas vías de gran capacidad (autovías y autopistas) más seguras que las carreteras de dos carriles, las campañas de concienciación y vigilancia (publicidad, controles, etc.), la introducción de medidas legislativas como el carnet por puntos, y las mejoras en la seguridad de los vehículos (incluyendo medidas activas y pasivas), han contribuyeron considerablemente a sentar las bases para esta reducción en las cifras de muertes.
Factores que influyen
En cuanto a las variables que han resultado significativas en el estudio, se obtuvieron las siguientes: la inversión en construcción en carreteras, el gasto en mantenimiento y conservación, la proporción de vías de gran capacidad (autovías y autopistas) en el total de la red de carreteras, la tasa de motorización (número de coches por cada 1000 habitantes), el Producto Interior Bruto, la proporción de personas mayores de 65 años y la precipitación media anual.
Comenzando con la construcción de carreteras, el modelo indica que, al aumentar la inversión, los accidentes mortales aumentan levemente. Este resultado tan chocante se debe a la incorporación a la UE en 2004 de diez países del Este de Europa, cuyos datos de fallecidos en carretera e inversión en las mismas han condicionado los resultados del modelo conjunto para todos los países del ámbito de estudio. Así pues, éstos países contaban con unas tasas de mortalidad muy superiores a las de los países que ya eran miembros (hecho que se mantiene hasta el final del periodo de estudio). Por otro lado, su proceso de integración supuso una gran inyección de fondos por parte de la UE para la mejora de sus carreteras, lo que se tradujo en un nivel de inversión en construcción de carreteras mucho mayor que el resto de países. Tanto es así, que el porcentaje medio de inversión en construcción de carreteras se situaba en torno al 1% del PIB para los países de nueva incorporación, mientras que en el resto de países se situaba en torno al 0,4%. Estos dos hechos (altas tasas de mortalidad y fuerte inversión en construcción) influyeron notablemente a la hora de relacionar la construcción de carreteras y la siniestralidad en el modelo.
A mayor riqueza de un país, menor mortalidad en carretera
Por otro lado, el estudio reveló que un aumento del gasto en mantenimiento y conservación por kilómetro de red contribuye a una reducción en la tasa de mortalidad a partir del año siguiente a la realización del gasto. Por ello, y teniendo en cuenta que desde la crisis de 2008 se produjo un descenso generalizado de gasto destinado a la conservación viaria en el conjunto de los países estudiados, resulta interesante poner de manifiesto las implicaciones que este déficit de mantenimiento puede suponer para la seguridad vial. Así pues, según los resultados obtenidos, cada 100 millones de euros invertidos en mantenimiento en la red europea de carreteras contribuirían a evitar tres víctimas mortal es al año. Otra forma de verlo es considerar el efecto producido por el gasto en mantenimiento durante un año en el ámbito de estudio: considerando los datos de 2016, se evitaron 760 víctimas mortales en la carretera, teniendo en cuenta que se gastaron unos 27.500 M€ en mantenimiento, y la movilidad en las carreteras fue de 4.576.000 millones de pasajeros-kilómetro.
Respecto al resto de variables halladas influyentes en la mortalidad en las carreteras, el modelo estadístico del estudio relaciona una mayor proporción de autovías y autopistas con unas tasas de mortalidad menores. Esta relación puede achacarse a las mejores condiciones que este tipo de vías ofrecen respecto a la seguridad vial: separación de tráficos, buen trazado, cruces a distinto nivel, etc. Respecto al PIB, a mayor riqueza de un país, menor mortalidad en las carreteras, lo que puede deberse a la repercusión que una mayor riqueza tiene en la calidad de la red de carreteras, de los vehículos, y del sistema de atención sanitaria. La tasa de motorización (otro indicador del nivel de prosperidad de un país) también tiene un efecto reductor sobre la siniestralidad vial, quizás debido al hecho de que una mayor tasa conlleva también un parque de vehículos más nuevo y seguro. Por otra parte, una explicación de la relación inversa entre la proporción de personas mayores de 65 años y la tasa de mortalidad, puede ser que este sector de la población posee una mayor experiencia de conducción y tiende a tomar menos riesgos (entre ellos, un aumento progresivo de la evitación de la conducción conforme avanza la edad). Además de estas variables, la precipitación media anual también ha mostrado un efecto reductor de la siniestralidad, pudiendo deberse a que los usuarios muestran una mayor precaución en la conducción ante la presencia de lluvia.
En el caso de España, la inversión en carreteras hasta 2010 se caracteriza por un gran aumento de la construcción de nuevas carreteras, principalmente autovías y autopistas, pasando la red de gran capacidad de una longitud total de 8.269 km en el año 1998 a 14.262 km en el 2010, con un crecimiento medio de 500 km al año. A partir de entonces, este ritmo de construcción se va desacelerando, pasando a 200 km al año y una longitud total de 15.444 km en 2016. En cuanto a gasto en mantenimiento y conservación, también se ve notablemente incrementado, pasando de los 9.460 €/km de 1998 a los 15.625 €/km de 2010, alcanzando el valor máximo de gasto en 2008 con una cifra de 16.667€/km. Sin embargo, a partir de entonces comienza una tendencia de reducción del gasto en conservación y mantenimiento que continuará hasta 2016, siendo este último gasto de 10.620 €/km en dicho año. Para el caso de España, los resultados indican que por cada 100 M€ anuales invertidos en mantenimiento se contribuye a la reducción de 5 víctimas mortales al año. En este sentido, de haber mantenido el nivel de gasto en mantenimiento por kilómetro de 2008 a lo largo del resto de años que contempla el estudio, se podrían haber evitado 223 fallecimientos entre 2009 y 2016.
Así pues, una de las principales conclusiones del estudio es que el gasto en mantenimiento y conservación de carreteras tiene un efecto positivo para la sociedad, más allá del propio de evitar un deterioro del capital fijo en carreteras y prolongar la vida útil de las mismas, que es su contribución a la reducción de muertes en la carretera, por lo que contribuye a un sistema de transporte más seguro y sostenible. Esta evidencia cobra especial relevancia ahora, en un periodo en el que se fijan nuevos y ambiciosos objetivos para 2030 por parte de los países miembros de la UE, como la reducción del 50% las cifras de fallecidos y heridos graves, y eso teniendo en cuenta que todavía no se han recuperado los niveles de inversión en mantenimiento y conservación de carreteras anteriores a la crisis económica.