'Mens sana' al volante
- Salud mental y conducción, un binomio excluyente o no en función de las circunstancias
14 marzo 2022
Ir a terapia ya no se interpreta como signo de debilidad ni se minusvalora a quien verbaliza su ansiedad, depresión o estrés. Normalizar la salud mental es un avance, aunque persisten las dudas sobre su influencia en la capacidad de la persona a los mandos de un vehículo.
Son patologías como depresión o ansiedad crónica, que afectan cada una a más de dos millones de personas según el INE (Instituto Nacional de Estadística), lo que hace que España presente la mayor prevalencia de Europa, y de un consumo de ansiolíticos y antidepresivos en el que también somos líderes, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Lo primero que hay que tener claro es que no siempre hay una patología implicada, en muchas ocasiones hablamos de alteraciones del estado de ánimo.
Emociones alteradas
Eva Muíño y Alejandro González Piñeiro, del Grupo de Tráfico e da Seguridade del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia, señalan que la conducción puede verse afectada por esos estados emocionales alterados o patologías que no tienen por qué ser incapacitantes, “simplemente es necesario tenerlo en cuenta apelando a la responsabilidad ciudadana y a un mayor control sobre sus efectos y curso”. El problema es que ambos factores se ven afectados por la escasa percepción del riesgo al volante: “Ninguno de los pacientes atendidos en la unidad de salud mental declaró su enfermedad o tratamiento a las autoridades ni acudió a los centros de reconocimiento”, afirman.
Camino Verdugo, coordinadora del Grupo de Trabajo de Psicología para la Salud Vial del Colegio de Psicólogos de Madrid, plantea que "la regulación de los tests psicotécnicos no resuelve el problema. Los profesionales abogan por que la puesta en común de las bases de datos no esté reñida con el secreto profesional. Llevan años pidiendo que la atención primaria sea el paraguas del que dependan los centros de reconocimiento".
Lo que dice la norma
El Reglamento General de Conductores identifica once situaciones o patologías relacionadas con trastornos mentales y de conducta que incapacitan para la conducción. En algunas como delirium, demencia o esquizofrenia prevé que, de forma excepcional “y con dictamen favorable de un neurólogo o psiquiatra”, se podrá limitar a un año la vigencia del permiso de conductores no profesionales (Grupo 1). Para los profesionales (Grupo 2) no hay excepciones. La limitación es más flexible en las alteraciones del estado de ánimo, TDAH o trastornos de la personalidad. Aquí queda a criterio del facultativo determinar la vigencia del permiso. La exigencia es mayor cuando el cociente intelectual baja de 70, aunque entre 50 y 70 se puede autorizar la conducción si hay un informe favorable.
La clave estaría en que los afectados informaran y que se valorara en los centros de reconocimiento. Desde aquí, según Muíño, se deben solicitar informes “a otros profesionales con, además, diagnóstico, cumplimiento y adherencia al tratamiento, fechas de remisiones o recaídas, conducta o riesgo suicida y posibles efectos secundarios”.
Consumo de fármacos
Un capítulo importante a la hora de valorar la influencia en la conducción tiene que ver con medicamentos. Tranquilizantes, antidepresivos, antipsicóticos o eutimizantes (estabilizadores del estado de ánimo) se prescriben en atención primaria y en especializada. Según el Centro Europeo de Monitoreo de Drogas y Adicción, el confinamiento y la prolongación de la pandemia han impulsado su consumo.
Álvaro Moleón, psiquiatra del Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva y autor, junto con el también psiquiatra José Carlos Fuertes, del libro “Psicótropos y conducción de vehículos a motor”, señala que, pese a la recomendación de los médicos, el paciente no suele comunicar que sigue un tratamiento “por temor a que no se les otorgue o renueve el carné”.
Aunque apunta que algunos psicofármacos no incapacitan para conducir pero podrían detectarse en un control. Como los anfetamínicos para el TDAH que, lejos de mermar la capacidad, facilitan “una mayor atención y control de impulsos que si no estuviera siguiendo dicho tratamiento”.
Poco precavidos
Por otra parte, el estudio “Medicación y conducción: un coctel molotov” de FESVIAL y la Fundación Línea Directa analizó el consumo de medicamentos entre 2010 y 2019: el 40% de conductores ignora el significado del pictograma que alerta sobre su influencia en la conducción, dos tercios aseguran que su médico no les informa de los efectos de los fármacos, aunque el 40% admite que no pregunta, y el 50% no lee el prospecto.
Camino Verdugo añade que el paciente en tratamiento es más consciente de sus limitaciones. “Pero quien está mal y no busca ayuda constituye un grave riesgo. Su automedicación y habitual práctica en el policonsumo de sustancias y medicamentos son señas de identidad”, afirma. Percibe un agravamiento por la pandemia, en la que ha crecido el consumo de benzodiacepinas, que disminuyen la excitación neuronal y tienen efecto ansiolítico, hipnótico y relajante muscular.
Muerte voluntaria
En diciembre Sanidad presentó la primera estrategia de salud mental en 12 años. El psiquiatra José Carlos Fuertes lamenta que no aborde la conducción, “aunque reconoce la importancia de ciertos trastornos psiquiátricos en la producción directa o indirecta de accidentes”. Lo que sí aborda es el suicidio, primera causa de muerte no natural en 2020, con 3.941 casos. Los accidentes de tráfico fueron la sexta causa, con 1.370. La estrategia contempla la mejora del acceso a la salud mental y acciones para detectar el riesgo.
El consumo de medicamentos es el método más común de suicidio, y determinar cuántos siniestros de tráfico enmascaran una tentativa es tarea ardua, pero no inabordable. Jesús Monclús, director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre, reconoce que en muchos casos es imposible hacer una determinación exacta de las causas subyacentes, “aunque en nuestras investigaciones hemos visto casos de suicidios, realmente espeluznantes, así registrados en los atestados policiales, pero son poco frecuentes”. Aquí las circunstancias estaban claras: una nota, testigos, un acelerón antes de colisionar, etc.
Cree que estos siniestros deberían analizarse por separado en las estadísticas de tráfico. Añade que “el vehículo puede ser una de las muchas armas autolíticas”, y quizá no la más importante. Lo principal es “estar atentos a las señales e intentar ponerles remedio porque estas personas suelen avisar de su intención”. La clave radica en que la sociedad responda “y apoye a quien lo necesite, tenga un coche, una moto, un cuchillo, etc.”.
• En la obtención o renovación de permisos se recomienda comunicar que se está siguiendo un tratamiento que no invalida para la conducción. Esto evitará, si hay accidente, que el seguro cuestione su cobertura.
• Ante un positivo en un control de carreteras, disponer de la receta del psicofármaco y del informe médico que sustente su prescripción será clave a la hora de justificar esta circunstancia.
• Si el conductor da positivo en un control la sanción asciende a 1.000 euros y retirada de 6 puntos, que quedará sin efecto si en la instrucción se acredita la prescripción.
Miguel Ángel Sánchez, psiquiatra de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, señala que ante una depresión no se aconseja conducir “si es un trastorno depresivo con inhibición psicomotriz (enlentecimiento), si hay ideas suicidas o toma un medicamento sedante”.
En caso de ansiedad al volante, recomienda “echarse a un lado, parar en lugar seguro y esperar, tomando si es necesario la medicación”.
Si es el tráfico lo que dispara el estrés, las recomendaciones ya no son de carácter psiquiátrico, sino de sentido común: “Mantener la calma, no entrar en provocaciones, poner música tranquila, etc.”. El experto asevera que de la forma de conducir no se infiere la existencia de un problema de salud mental: “Quienes sí padecen estos problemas casi nunca son peligrosos en la carretera ni fuera de ella”.
La denominación de aquel que recorre kilómetros en dirección contraria que más arraigo ha mostrado es “conductor suicida”. Sin embargo, Jesús Monclús, director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre, corrige: el auténtico suicida busca su fin, no causar daño a otros. Estos kamikazes son “buscadores de sensaciones o participantes en macabras apuestas potencialmente mortales, situaciones en donde a menudo intervienen el alcohol o las drogas como desinhibidores del peligro”. A los que, simplemente, cometen errores aconseja frenar e ir abandonando la calzada, y a quien circula correctamente que procure “mirar lo más adelante posible, reducir la velocidad y apartarse al arcén derecho”.