¿Por qué las enfermedades impiden conducir?
- El riesgo es menor cuando la enfermedad está controlada
13 junio 2022
Para ponerse al volante con seguridad, el conductor precisa unas capacidades perceptivas, cognitivas y motoras mínimas. Necesita percibir los estímulos (por ejemplo, un semáforo que va a cambiar a rojo o un peatón que va a cruzar la calzada), procesar esa información, decidir la respuesta que debe dar y darla de forma adecuada y manejando de forma precisa los mandos del vehículo. La presencia de enfermedades puede alterar esta secuencia.
Atención y memoria
Un ejemplo de las capacidades cognitivas son la atención y la memoria. Al conducir necesitamos atender a varios estímulos al tiempo, prestar atención a los importantes, obviar el resto y mantener esa atención un tiempo determinado. Es precisa memoria tanto a corto como a largo plazo y además ser capaces de manejar esa información durante un tiempo determinado (memoria de trabajo). La coordinación –capacidad de realizar movimientos suaves y precisos de forma controlada– y la fuerza para manejar los mandos (dirección, frenos, etc.) son ejemplos de funciones motoras, y la visión y la audición, de funciones sensoriales.
Con frecuencia, la alteración o deterioro de una capacidad se puede compensar o sustituir por otra, o por adaptaciones en el vehículo o limitaciones en la conducción. Por ejemplo, la pérdida de audición se puede compensar con la capacidad visual y con espejos retrovisores suplementarios.
Enfermedades progresivas
Ni todas las enfermedades deterioran en la misma medida la capacidad de conducir, ni todos los conductores sufren el mismo deterioro. Así, el riesgo de accidente de quien sufre apnea del sueño es superior al de quien padece una patología cardiovascular. Y tampoco es el mismo para todos los pacientes con apnea: aquellos con afectación leve o los graves con su enfermedad bien controlada tienen un riesgo menor.
Algunas enfermedades afectan de forma permanente la capacidad de conducir y lo hacen de forma progresiva (el Parkinson, en su evolución, puede producir deterioro visual, lentitud de movimientos, distracción, rigidez, somnolencia…). En estas, el conductor debe ir adaptando sus hábitos de conducción a sus nuevas condiciones psicofísicas y dejar de conducir cuando el deterioro no se pueda compensar y conducir suponga un riesgo.
Cuando las enfermedades afectan de forma estable (por ejemplo, la pérdida de un miembro por un accidente), en general el déficit no varía y se puede compensar con prótesis y/o la adaptación del vehículo.
Crisis agudas
Existen patologías que producen un deterioro agudo que origina una pérdida de control del vehículo que no se puede prever (una crisis epiléptica, o una hipoglucemia grave durante la conducción en los pacientes diabéticos –que produce desde descoordinación hasta pérdida de conocimiento–). En estas, además del daño agudo, puede deteriorarse permanente alguna capacidad. Por ejemplo la retinopatía diabética (enfermedad que al principio puede no dar síntomas pero que al progresar da lugar a visión borrosa, aparición de ‘moscas volantes’, áreas claras u oscuras en el campo visual, mala visión nocturna, etc.) deteriora progresivamente la visión.
Valorar la discapacidad que una enfermedad produce en la conducción es más sencillo cuando esta es permanente, ya que médicos y psicólogos cuentan con criterios o puntos de corte (se precisa una agudeza visual de ≥ 0,5, pérdida auditiva IPC < a 45%…) que permiten identificar con mayor seguridad la presencia de un déficit y en qué medida se puede compensar o impide conducir. Cuando el deterioro se produce de forma aguda es más complejo, ya que en general no se puede medir y no se sabe cuándo se va a producir (pérdida de conciencia secundaria debida a una hipoglucemia, una crisis epiléptica o una patología cardiaca).
¿Qué deben saber?
En todo caso, los conductores que padecen algún trastorno o enfermedad con influencia sobre la capacidad de conducir deben:
• Saber que tienen un mayor riesgo de accidente que aquellos sin patología
• Poder identificar los signos o síntomas que lo originan (pédida de fuerza, episodios de pérdida de conciencia, somnolencia durante el día o pérdida de memoria entre otros)
• Saber que en general el riesgo es menor cuando están en tratamiento y su enfermedad está controlada
• Conocer su enfermedad e identificar las posibles situaciones de riesgo para evitarlas, por ejemplo el inicio de los síntomas de alarma en caso de hipoglucemia (sudoración, temblor, hambre, ansiedad y palpitaciones).
Es interesante conocer si la medicación prescrita puede alterar su capacidad de conducir debido a efectos secundarios (somnolencia, visión borrosa, mareo...). En los envases de los fármacos se incluye un pictograma que alerta cuando se da esta probabilidad.
Reducir el riesgo
Para concluir, los conductores con algún déficit tienen la posibilidad de compensar el riesgo mediante adaptaciones en el vehículo o restricciones o limitaciones en la conducción, que deben ser valoradas como una medida preventiva para evitar daños para él o para terceros y favorecer que pueda seguir conduciendo durante más tiempo.
Por ejemplo, evitar la conducción nocturna cuando se padece deslumbramiento; ampliar el campo visual o compensar la pérdida auditiva instalando espejos suplementarios o cámaras; o suplir la pérdida de fuerza en las extremidades inferiores adaptando el vehículo para que los mandos se accionen con las manos. Los profesionales de los Centros de Reconocimiento, responsables de la valoración psicofísica de sus capacidades, serán los que deben informar y explicar el beneficio que suponen las medidas preventivas que prescriben para prevenir la siniestralidad, colaborando en hacer la conducción más segura.
• Si padece alguna enfermedad, consulte a su profesional sanitario la influencia de ésta o del tratamiento en la capacidad de conducir.
• Hable sinceramente con su médico para fijar las condiciones de conducción más segura, sobre todo si usted o sus allegados se plantean dudas sobre su seguridad al volante.
• Si toma medicamentos, pregunte si tiene efectos no deseados en la conducción. Si en el envase figura un pictograma de un vehículo, lea el prospecto.
• Los cambios de medicación, de dosis y cuando añaden un nuevo medicamento al tratamiento pueden aumentar los efectos secundarios.
• En procesos agudos en los que sufra dolor, fiebre, etc., evite conducir.
• Incremente la distancia de seguridad; no sobrepase el límite de velocidad establecido y descanse tras períodos máximos de una hora de conducción; extreme la precaución en cruces, intersecciones, e incorporaciones a carriles rápidos y evite maniobras forzadas, adelantamientos arriesgados e innecesarios.
• Las limitaciones o adaptaciones prescritas en el CRC son preventivas, y su fin es compensar sus condiciones psicofísicas para una conducción segura.
• Si necesita correcciones, adaptaciones y/o restricciones para conducir, éstas figurarán en su permiso/licencia de conducción, mediante códigos de números y letras y los agentes de tráfico pueden comprobar cuando le soliciten su permiso de conducción.