Redes que enseñan
- En la vida, cada sujeto crea una red de relaciones que permite educar, con lo que se convierte a su vez en vehículo transmisor de valores en materia de seguridad vial
10 septiembre 2015
Crecemos y cambiamos de preferencias, de amigos, de hábitos de vida, de formas de desplazarnos... Cada etapa del ciclo vital supone para las personas nuevas necesidades y retos que superar; la educación y, en especial, la formación y la actualización de conocimientos para la seguridad vial nos permite afrontarlos con el equilibrio necesario para evolucionar hacia una movilidad cada vez más sostenible y segura.
En sentido amplio, la educación es un contexto de aprendizaje continuo a lo largo de la vida, un recurso para superar cada etapa y cada reto. “Nunca terminamos de aprender lo suficiente de lo vivido” –con nuestros padres, abuelos, profesores, amigos…– porque “cada día hay algo nuevo que aprender de lo que vivimos” –con nuestros hijos, nietos, compañeros de profesión, de medios de comunicación…– y, por supuesto, aprender de nuestros errores.
Pero tal vez el aspecto más destacable de este proceso de aprendizaje continuo de la educación para la seguridad vial sea la flexibilidad para cambiar en cada etapa del rol de receptores de aprendizajes al de educadores o transmisores de los mismos en una red social interactiva con múltiples núcleos y protagonistas activos.
Todos conectados
A lo largo de la vida, cada sujeto crea de forma natural una red de relaciones, cuyos núcleos (instituciones) y personas influyentes cumplen, en cada momento, funciones concretas que van desde la educación hasta la plena integración en la sociedad. Con el tiempo la persona regenera y fortalece este entramado, incorporando o eliminando protagonistas, modificando su influencia en función de las necesidades concretas del sujeto en cada etapa vital.
Por ejemplo, a los 13/14 años los amigos condicionan y modelan actitudes y valores de nuestra conducta social y vial; diez años después, éstos pueden permanecer o no en la red, pero sus funciones e influencias son muy diferentes. Del mismo modo, por regla general, los padres permanecen activos en la red durante largo tiempo con un peso y responsabilidad trascendente, que el/la usuario/a irá asumiendo progresivamente con sus hijos.
Cada individuo (con su red) constituye una célula del denominado tejido social. Este es un vehículo para la distribución y multiplicación de opciones para la relaciones sociales, pero también para la educación, la formación y la comunicación.
Red y aprendizaje vial
Ahora bien, tal y como hemos descrito, para que esta red educativa funcione para el aprendizaje vial resulta imprescindible, en primer lugar, la presencia de núcleos institucionales y miembros que aseguren el acceso a la educación, y, en segundo, la responsabilidad de los usuarios para regenerar y fortalecer la red mediante la actualización de contenidos, funciones e influencias necesarias en cada momento. Ambos requisitos evitarían problemas sociales como la exclusión social, en definitiva, un cúmulo de circunstancias que no permitieron mantener una red fuerte y saneada capaz de sostener las demandas socioeducativas en momentos trascendentes para la integración social.
Aceptar e identificar nuestras necesidades viales en cada etapa y nuestra capacidad de transmitirlas es fundamental. Así, debemos aceptar que en cada etapa vital podemos ser receptores de educación vial y, a la vez, transmisores de esos conocimientos. Por ejemplo, un abuelo recibirá consejos de un sanitario sobre la influencia de su salud en su movilidad y podrá explicar a sus nietos cómo cruzar con seguridad un semáforo.