Cómo afrontar la nueva normalidad
- Hay que conjugar las necesidades presentes con las de futuras generaciones
08 julio 2020
Leemos en los medios a personas pensadores, sociólogos, escritores, políticos, artistas, deportistas, cocineros, profesores, sanitarios…representativas de la sociedad describiendo su perspectiva y método para afrontar la “nueva normalidad”.
Llama la atención que opiniones tan diversas se aglutinen en torno a términos como vulnerabilidad planetaria, implicación social y global, relaciones sociales y necesidades comunes… Tal vez el confinamiento y la obligada convivencia con nosotros mismos permita revalorizar el beneficio común y el peso incalculable de los demás en nuestro día a día, y en la viabilidad de cambios trascendentes.
El exceso, la comodidad y el individualismo ciego y desmedido deben dejar paso a lo imprescindible y necesario para la sociedad, o sea el olvidado bien común, tan necesario y repetido en la actualidad.
“La nueva movilidad” es la gran aglutinadora del propósito de estos cambios.
De lo poco que hemos podido disfrutar en el confinamiento es de ciudades limpias, sin contaminación, sin nube tóxica… Además, los primeros pasos por la nueva normalidad nos han permitido comprobar que la ciudades no están diseñadas para las personas, que los espacios asignados son insuficientes y que ha sido necesario ‘‘invadir’ un espacio ajeno, ahora vacío, “el de los coches”.
Es obvio que el punto de partida y el primer objetivo de la nueva movilidad debe ser recuperar espacio urbano para las personas, y reducir emisiones para seguir disfrutando de ciudades más limpias. Por ello, los calificativos que deberían adornar esta nueva movilidad serían ecológica, segura y sostenible.
Entre un 30% y un 35% de la población activa ha teletrabajado durante el confinamiento, muy por encima del 4% que lo hacían durante la vieja normalidad, según datos del portal Xakata. Y se ha escrito mucho acerca de si el teletrabajo viene para quedarse. Lo que es evidente es que una amplia implantación del teletrabajo puede cambiar el patrón de movilidad tradicional, con innegables repercusiones en la congestión y contaminación, en especial de las ciudades, al ahorrar viajes y emisiones contaminantes.
No obstante, en España aún queda bastante camino por recorrer. Antes de la pandemia, en nuestro país el teletrabajo ocasional alcanzaba al 7,5% de la población –frente al 14% en la eurozona– y el habitual oscilaba entre el 3,2% (según el INE/Eurostat) y el 4%, según otras fuentes.
Según un reciente estudio (The 2020 State of Remote Work, realizado por Buffer y AngelList), el 98% de la población quiere seguir con la modalidad de teletrabajo el resto de su carrera, pero hay que tener en cuenta que por cada empleado y mes, el teletrabajo tiene un coste entre 37 y 75 dólares.