"Siempre me pongo el cinturón. Se lo prometía a mi hija cuando tenía 6 años"
- "Lamentando los atropellos en las ciudades, que ponen los pelos de punta y hay que corregir, cada vez somos más cívicos"
11 diciembre 2019
Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) condujo al lector por el valle del Baztán en su trilogía (“El guardián invisible”, “Legado en los huesos” y “Ofrenda en la tormenta”). Tras ganar el Premio Planeta por “Todo esto te daré” (2016), la donostiarra retoma a su protagonista, la inspectora Amaia Salazar, en la precuela del fenómeno literario que ha llegado a más de dos millones de lectores, ha sido traducido a 36 lenguas y adaptado al cine. En “La cara norte del corazón” (Destino), la protagonista viaja a Nueva Orleans durante el huracán Katrina en busca de un asesino en serie. A esta ciudad estadounidense se desplazó la autora para preparar su última obra, desde Cintruénigo (Navarra) donde reside.
Tiene carné desde hace mucho, pero ¿conduce habitualmente?
No suelo conducir por mi ritmo de vida. Vivo en un pueblo muy pequeño y voy caminando o en bici, y cuando tengo que hacer viajes más importantes, uso el tren y el avión, así que no tengo oportunidad de viajar en coche.
Acostumbrada a vivir en una localidad pequeña, ¿tolera bien el tráfico de las ciudades?
Sí. Soy de San Sebastián, siempre he vivido en ciudad, hace relativamente poco (doce años) que vivo en un pueblo. Me gusta mucho vivir en un pueblo por la tranquilidad, se puede ir en bicicleta, y esto es mejor para todos: para el planeta, para tu salud, para el ruido... Las ciudades no me agobian y me encanta ir. Hay ciudades muy grandes y maravillosas como Nueva Orleans, una de mis ciudades favoritas, pero también Melbourne, Sidney, Barcelona, Málaga…
Como peatón y usuaria de la bici, ¿se siente segura?
Siento que cada vez se respeta más. Todo hay que ponerlo en valor y en el tiempo y hemos ganado muchísimo en educación vial, hemos aprendido mucho. El trabajo que se hace con los chicos en los colegios desde pequeños a nivel de educación vial cada vez da más resultado: la gente va entendiendo los usos de los carriles. Cuando llegaron los carriles bici, ni el peatón ni el ciclista sabían bien cómo usarlos. Aun lamentando los atropellos en las ciudades, que ponen los pelos de punta y hay que corregir, cada vez somos más cívicos. Veo cómo funcionan los carriles bici y cómo caminamos por la calle, y hay menos conflicto. Ahora tenemos que domarnos con los patinetes. Es una cuenta pendiente por dónde tienen que ir, pero creo que, en poco tiempo, estará normalizado también.