"Traspasar líneas rojas siempre es un riesgo"
- “Más que el alcohol, el peligro ahora son las drogas, ya que rebajan la sensación de riesgo”
21 diciembre 2023
Lorenzo Silva sólo traspasa las líneas rojas en sus novelas policíacas, nunca en la carretera. Asegura que apenas ha tenido cuatro infracciones de tráfico en los 40 años que lleva conduciendo, y en los que calcula habrá recorrido un 1,5 millones de kilómetros. (“Una multa por cada 10 años no es mucho”, dice con orgullo). Su última novela lleva por título “Púa” (Destino). Es también el nombre de su protagonista, un hombre con varias muertes a sus espaldas que intenta no sacar el animal oscuro que lleva dentro. Y es que, en opinión de este escritor, uno puede ser ex terrorista, ex infractor, pero nunca ex asesino. “Cuando en la mochila de alguien está la muerte de un ser humano, eso es irreversible, eso es de por vida. Y esto sucede también en la carretera”.
¿Cuáles son las líneas rojas de la seguridad vial que no deberíamos traspasar?
Todos las conocemos y sabemos identificarlas. Sabemos que lo que caracteriza a las líneas rojas es que no sabes lo que ocurre después de haberlas cruzado. Si tienes un coche potente y vas a 170, parece que no pasa nada porque el coche es estable y la carretera puede ser firme y recta, pero si hay un imprevisto, y no eres Fernando Alonso, que sólo hay uno, lo más probable es que ocurra una catástrofe. Lo mismo si vas por una zona peatonal a una velocidad inadecuada y te aparece un niño pequeño. Pasar líneas rojas siempre es un riesgo.
“Púa” es un viaje cargado de peligros y dilemas morales.
El protagonista es un agente secreto con una inteligencia muy afilada que forma parte de un grupo al margen de la ley con el que quiere vengar la muerte de su hermano en atentado terrorista. Él lucha con su conciencia y por eso en la trama hay pensamientos y cavilaciones de índole moral.
¿Por qué se decantó por la novela policíaca? ¿Influyó su formación de abogado?
Mi condición de abogado me ha dado unas herramientas para acercarme al género, pero lo que me atrajo de la novela negra fue la literatura, ni siquiera el crimen. En realidad, fue Raymond Chandler quien tuvo la culpa de todo. Con él sufrí un deslumbramiento literario y descubrí en este género la posibilidad de una expresión literaria completa.
¿Se puede ser creativo al volante?
Claro que sí. A mí me gusta muchísimo conducir, porque me da libertad, y esto me sorprendió
porque me saqué el carné con más de 20 años. Conducir me da ocasión, si viajo solo, para pensar. Un rato largo de conducción para mí es un regalo. Me encanta, porque pienso, se me ocurren personajes y tramas, y esto es compatible con ir atento a la ruta. Sin embargo, hablar por teléfono no es tan compatible.
¿Por qué decidió poner un tricornio a los protagonistas de su primera novela?
Porque los guardias civiles nunca habían ocupado un papel en la literatura, quizá porque se pensaba que el tricornio era radiactivo o los guardias civiles unos leprosos. Si acaso, aparecen como personajes siniestros o grotescos. Hasta entonces, no había guardias civiles investigadores y encima uno de ellos era mujer.
¿Aparece algún guardia civil envuelto en problemas de tráfico en su obra?
Esporádicamente, sí, pero de lo que sí me siento orgulloso es de haber roto prejuicios. Es que la historia de la Guardia Civil, como en general la historia de España, se conoce mal. La Guardia Civil se fundó hace 180 años por un gobierno constitucional de ideología liberal.
¿Por qué cambió un oficio como el de abogado por el de escritor?
Desde los 15 años siempre quise ser escritor, pero ¿quién puede vivir de la literatura? Así que busqué otra profesión para pagar las facturas. Hasta que me pasaron un par de cosas que no esperaba. Una fue quedar, en 1997, finalista del Nadal con “La flaqueza del bolchevique” y un año más tarde publicar mi primera novela de Bevilacqua y Chamorro, con un éxito imprevisto. Aproveché la excedencia de paternidad de mi segundo hijo para no volver nunca más a mi trabajo de asalariado.
Es Guardia Civil Honorario. ¿Alguna vez le han parado por la carretera?
Claro que me ha parado la Guardia Civil. Y me ha sancionado, cuatro veces en 40 años. Dos veces por exceso de velocidad y otra por pisar una raya continua. La cuarta fue, creo, una sanción injusta.
¿Cuáles son sus hábitos como conductor? ¿Va relajado? Cuéntenos.
Me encanta conducir por la libertad que da. Y prefiero conducir yo a que me lleven, pero si estoy con un conductor normal, no soy maniático. Si le veo carencias, entonces sí me pongo nervioso e inquieto.
¿Y los patinetes y bicicletas?
Prohibiría directamente los patinetes. Así de tajante. Me parece una irrupción siniestra en la circulación. Son muy peligrosos, porque los conducen personas generalmente imprudentes. Y si no se prohíben, se debería exigir una capacitación seria para conducirlos. Me dan pánico. Siempre tengo la sensación de que se me va a cruzar uno y me lo voy a comer. Los he visto de noche, sin luces y con un conductor vestido de negro. Se saltan los semáforos y cruzan los pasos de cebra a 25 por hora. Soy mucho más tolerante con las bicicletas.
¿Utiliza el transporte público?
Me encanta el transporte público, pero mis circunstancias no son favorables para hacer uso de él. Vivo en las afueras de Madrid y cuando vengo a la ciudad, tengo siempre varias citas en distintos puntos.
¿Y si viviera en Madrid?
Probablemente sí usaría el transporte público y alquilaría un coche cuando lo necesitara. Pero vivo en una ciudad periférica, Getafe, y mi lugar de trabajo está en Illescas.
¿Mima mucho el coche?
Tengo dos coches, un diésel relativamente nuevo y un híbrido enchufable. Y no sé lo que hay debajo del capó de ninguno de los dos. Eso sí, los mantengo, los llevo al concesionario y controlo que no se pase la ITV.
¿Alguna mala experiencia (o anécdota) en la carretera?
Nunca he tenido percances importantes. Sólo algún golpe urbano, aunque una de las veces fue gorda. Salía de un colegio y una furgoneta me quitaba la visibilidad, así que, mientras iba tanteando para salir, me golpearon y el estampido fue mayúsculo. Me hizo hasta girar el coche y me llevé un buen golpe en la cabeza. No pasó nada más. Lo curioso es que fue un coche gemelo al mío: un Opel Vectra plateado.
Tiene cuatro hijos. ¿Alguno tiene carné? ¿Qué consejos les da?
Tengo tres hijos veinteañeros y una niña de 10 años. Sólo uno tiene carné y el consejo que le doy es que respete siempre la distancia de seguridad, porque se mueve por una autovía muy concurrida, la A-42, y he visto muchos accidentes, la mayoría por no guardar la distancia de seguridad. La gente se pega al de delante, no deja espacio y provocan accidentes.
¿Cree que todavía hay cierta permisividad social con el alcohol al volante?
Antes había más. Yo llevo desde hace muchos años a rajatabla que si conduzco, no bebo alcohol. Y la mayoría de la gente que conozco funciona así. Esto se nota porque se han reducido los accidentes. El peligro ahora son las drogas, ya que rebajan mucho la sensación de riesgo. A mí nunca me han atraído las drogas. No quiero que mi conciencia se deteriore.
Cuando está solo, ¿qué le gusta hacer? ¿Cuáles son sus aficiones?
Una afición que tengo muy abandonada es la de las miniaturas y las maquetas. También me encanta leer, estar con mis hijos y salir en bici, pero cuando cojo la bicicleta, siempre evito las vías donde hay coches. Voy por caminos rurales, carriles bici… Detesto ir en bicicleta y andar pendiente de coches y camiones. uve mi primera bicicleta a los 18 años.