“El teléfono móvil y el cansancio son los grandes peligros de la carretera”
- "Ahora soy más consciente del peligro de la carretera"
17 diciembre 2024
Iba para matemática, pero la fotografía pudo más que las ciencias exactas. Isabel Muñoz compró su primera cámara con los ahorros de su hucha infantil. Esto fue a los 13 años. Ahora, seis décadas más tarde, no recuerda, por elevado, el número de máquinas que han acariciado sus manos. Dice que la fotografía es su vida. Tiene en su haber el Premio Nacional de Fotografía, el PhotoEspaña, dos World Press Photo... y sigue.
¿Cuáles son sus hábitos de movilidad? ¿Conduce? ¿Tiene coche? ¿Lo usa?
Cuando cumplí los 18 años, lo primero que hice fue sacarme el carné de conducir. Voy a hacer 73 años y uso bastante el coche, pero la verdad es que me encanta usar el transporte público, que en Madrid es magnífico. Creo que tengo una relación razonablemente buena con el coche.
¿Le gusta conducir si los viajes son largos?
Viajo mucho en avión y tren, pero cuando hago viajes largos por carretera, suelo conducir yo. No tengo pereza. Me gusta ir tranquila, a mi ritmo. Es cierto que el coche te da la seguridad de llegar a cualquier sitio en cualquier momento... y sabes el tiempo aproximado que vas a tardar.
¿Alguna mala experiencia en la carretera?
Sí, tuve un accidente que me dejó bastante marcada. Quizá por eso, soy más consciente del peligro de la carretera y voy con mucho cuidado. Sobre todo ahora, que tenemos que convivir con las bicicletas y los patinetes.
¿Imagina posibles fotografías mientras conduce?
Claro. Yo hago muchas fotos sin cámara y también cuando conduzco se me ocurren cosas, pero procuro ir atenta a lo que ocurre a mi alrededor.
¿Cuáles son, en su opinión, los grandes peligros de la carretera?
Sin duda, el teléfono móvil y el cansancio. Es un instante y no es una broma. Pones en peligro tu vida y la de los demás. Un día observé que muchos peatones cruzan los pasos de cebra mirando el teléfono. Otra cosa es el cansancio, porque siempre piensas que vas a poder con él. Yo misma lo he experimentado. En una ocasión, volviendo de Ávila, se me cerraron los ojos y menos mal que mi ayudante agarró el volante. Fue un instante. Así que, cuando surge la sensación de sueño, hay que parar, descansar y luego proseguir la marcha.
¿Recuerda algún viaje bonito por carretera?
Claro. Me viene a la cabeza mi primer viaje de novios. El destino era Altea y fue maravilloso, con esos paisajes de acantilados, con esos pinos del Mediterráneo... Otro viaje bonito fue atravesando Irán, por esas estepas desérticas. Ahora hay muchas autovías, vamos muy rápido y no vemos ciertos paisajes.
¿Qué es la fotografía para usted?
Es prácticamente todo. Es mi vida. Mi vida son la fotografía y mis afectos.
¿En qué momento da por buena una fotografía?
Nunca estoy contenta con lo que hago, porque pienso que puede haber una mejora. Me gusta salir de mi zona de confort y crear cosas nuevas. Pero cuando ya cuelgas una fotografía, ya deja de ser mía. En el momento que compartes la imagen, ya no es tuya. Es como un libro.
Ha recorrido el mundo entero en busca de las mejores fotos...
Sí. Muchas veces, los temas que yo he ido buscando están lejos. Creo en la magia de los espacios, porque me ayudan a hacer lo que quiero hacer. Por otro lado, no puedo fotografiar nada que no ame. Del país en el que estoy tengo que estar enamorada, aunque trate el dolor más profundo, porque la fotografía es un acto de amor.
Ha plasmado sus imágenes en soportes inéditos: cristal, seda, piedra, corales muertos, etc.
Si no creas, acabas muerto, desembocas en el autoplagio. Me gusta investigar y busco distintas formas de contar. He estudiado muchas técnicas y he inventado alguna. Ahora, al hacer mi último trabajo de arqueología, pensé que los autores de los tótems dejaron en ellos su parte espiritual. Y a mí me gustaría trasladar con mis fotos esa magia y esa buena energía.
Ha tratado temas sociales, antropológicos, culturales...
En realidad, somos contadores de historias que necesitamos compartir. Yo creo en el poder de la palabra. Y creo en el poder de la comunicación como motor del cambio. Lo he comprobado.
Otro tema es el del medio ambiente.
Me preocupa mucho el cambio climático, quizá porque soy mediterránea y me emociona el mar. El mar nos los da todo, no nos pide nada a cambio y no lo estamos tratando bien. Me interesa acercar la naturaleza al ser humano. No se puede defender lo que no amas. A través del arte y la luz, podemos contar muchas cosas. He tenido la oportunidad en los últimos años de adentrarme en las reserva marinas. La de Tabarca es una de las primeras de España y, después de 35 años, las praderas de posidonia tienen dos metros de altura. Todavía estamos a tiempo de hacer algo. La pandemia nos lo demostró.
Ha trabajado en países con muchos problemas sociales...
Sí, son países con luces y sombras. Pero nosotros también estamos compuestos de luz y oscuridad. Es cierto que el dolor ajeno y la impunidad te revuelven, pero al lado siempre hay un niño o una comunidad que sonríe. Por eso, procuro hablar de la oscuridad a través de la luz, del arte y de la belleza. Y cuando encuentras esa luz, es impresionante.
¿Sería capaz de elegir una fotografía entre todas las que ha hecho?
Imposible. Cada imagen tiene su emoción. Lo que más peso tiene son nuestros afectos y si no es así, mal asunto.
¿Cuántas cámaras han pasado por sus manos?
Muchísimas. No soy nada fetichista, pero sí creo en el poder de las cámaras. Me encanta acariciarlas y cada una sirve para un propósito.
En caso de no ser fotógrafa, ¿qué le hubiera gustado ser?
Hubiera sido matemática. Estuve dudando en hacer Exactas, porque esta ciencia tiene una parte creativa y una parte espacial que me interesa. La gente piensa en matemáticas y en números, pero hay una parte bonita que no se ve.
¿Cuándo supo que quería dedicarse a la fotografía?
Creo que a los 13 años. Entonces reuní mis ahorros para comprar mi primera cámara. Y descubrí que estaba haciendo fotos sin cámara desde mucho antes. Me inventaba historias con imágenes. No siempre tienes que llevar una cámara para hacer fotos. Curiosamente, fui mala estudiante hasta ese momento. Después, descubrí el placer del conocimiento. En el colegio tampoco tenía un comportamiento muy allá. Era un poco rebelde.
Ya ha tenido todo tipo de reconocimientos públicos.
Me considero una privilegiada, porque me ha tocado a mí, pero hay gente muy buena con menos suerte. Esos reconocimientos nos ayudan a seguir. Son como un aliciente, porque la vida es una lucha.
¿Qué consejos trasladaría a los jóvenes que quieran ser fotógrafos?
Vivimos una revolución en este campo. No me atrevo a dar consejos. La fotografía como profesión está complicada. Antes podías hacer publicidad, tenías la prensa, las tiendas pequeñas, bodas, bautizos... Pero todo eso ha cambiado. Sí te puedes dedicar al cine, al vídeo, al arte..., pero no es fácil. Y dicho esto, no hay que dejar la fotografía, aunque es conveniente tener un trabajo para vivir hasta que se pueda vivir de esto.
¿Cree que la fotografía necesita apoyo público?
Sí. Hay que apoyar a la gente joven, porque tenemos fotógrafos magníficos y creativos... Vivimos en la época de la imagen. Todo es fotografía. Y cada vez más. Hay ganas, pero ¿cómo apoyar a los que quieran vivir de esto? Habría que generar espacios de creación. Y trasladar la idea de que el arte es lo que queda para el futuro. Y hay que apoyarlo.