Editorial: Frenar la siniestralidad de los peatones
- Hay elementos que nos llevan a tener certeza de que abordar una rebaja sustancial de esta accidentalidad "peatonal" está muy en la mano de todos: peatones, conductores, administraciones y fabricantes de automóviles
11 febrero 2014
En el panorama de la siniestralidad vial, ya es conocido que el peatón es la parte más débil. De hecho, el 22% de los muertos en accidentes de tráfico en el mundo son peatones, cifras que más o menos coinciden con las españolas. Aquí, uno de cada cinco fallecidos en accidente es peatón: 376 de los 1.903 muertos en 2012 eran peatones. Unos datos que han ido descendiendo en los últimos años, es verdad, pero no al ritmo de la espectacular reducción experimentada por la mortalidad en las carreteras, donde el último año se produjo una bajada del 13% y nos coloca ya en cifras (173 muertos menos que en 2012) inferiores a las que se producían en ¡1960!, cuando el número de vehículos, conductores y movimientos en las carreteras eran ínfimos comparados con los actuales.
Pero, ¿debería bajar más la siniestralidad de los peatones? Desde luego, es obvio que tenemos que poner y ponemos todo el empeño en ello, como en los “otros” accidentes. Lo mismo que en la accidentalidad de los ciclistas, por supuesto. Y hay elementos que nos llevan a tener la certeza de que abordar una rebaja sustancial de esta accidentalidad “peatonal” está muy en la mano de todos: infracciones y distracciones –conductores/ peatones– son las dos causas más frecuentes de los atropellos graves y mortales. Por parte de los peatones, problemas como cruzar incorrectamente, sin mirar, eludir problemas de oído o de visión que no les hacen percibir los riesgos en el caso de los mayores, distracciones por ir manipulando artilugios electrónicos o escuchando música en el caso de los más jóvenes, o zonas peligrosas por las que circulan los niños son causas que están detrás de muchos siniestros con los peatones. ¿No podemos hacer algo más para mitigar estos riesgos? Si hablamos de conductores, velocidad excesiva en zonas de riesgo, no respeto a las señales -como las de los pasos de peatones-, o saltarse semáforos son algunas de las causas… ¿No podemos hacer algo más los conductores? Sí.
Y, claro, también está en mano de las administraciones buscar soluciones, muchas ya en marcha, para reducir esta siniestralidad (68% de los peatones muertos son en ciudad) y de ahí que iniciativas como las “ciudades calmadas” –con tramos de obligada baja velocidad–, las campañas informativas, la mayor vigilancia, y los controles, tanto de velocidad como de alcohol y drogas, son capítulos en los que se incidió especialmente en un reciente encuentro para abordar el problema entre María Seguí, Directora General de Tráfico y representantes de 50 municipios.
Iniciativas ya encarriladas pero con margen para profundizar en ellas, evidentemente. Una mejor coordinación, el apoyo desde la DGT a iniciativas y actuaciones municipales, intercambio de información o la propia creación de las comisiones provinciales de seguridad vial tienen que redundar en una mayor seguridad y una menor siniestralidad.
Sin olvidar el enorme esfuerzo de los fabricantes de automóviles por conseguir coches cada vez menos agresivos, incluso equipados en algunos casos para evitar o minimizar las consecuencias de los atropellos. Queremos ciudades más amables, menos agresivas, más respirables. En definitiva, ciudades y carreteras más seguras para todos, también para los peatones y ciclistas.