Locuras sin volante
- Esos accidentes, para los que ni la Guardia Civil ni el CSI encuentran explicación, quizá tengan su origen en un gato o un perro o una simple ojeada al Marca, pintarse el ojo...
04 julio 2014
Lo de conducir parece relativamente sencillo; lo es, pero a veces lo hacemos muy complicado. Eso sí, implica una enorme responsabilidad que no siempre sabemos ver. Y muchas veces, sin quererlo, sin buscarlo, somos lo contrario: irresponsables. Y tontamente. No buscamos ni mucho menos la “guerra de guerrilas” sobre el asfalto. No. Pero hasta puede parecerlo. Mi compañero Juan Manuel Menéndez, profundiza en el asunto no menor de todas esas pequeñas locuras que muchas veces cometemos al volante y que, seguramente, son el germen de esos accidentes y tragedias a los que la Guardia Civil de Tráfico ni el CSI encuentran explicación. Las encuestas están repletas de consultas y respuestas en las que los conductores creemos que las cosas les pasan a los demás. Nosotros, ya sabemos, tenemos “patente de corso” frente al siniestro. Como dijo John Steinbeck, “es curioso lo lejana que resulta la desgracia cuando no nos atañe personalmente”.
Quizá eso justifique que seamos capaces de llevar el perro suelto sin pensar que en cualquier momento puede meterse entre nuestras piernas justo, de forma fatídica, cuando tenemos que frenar... Algunos llevan a niños en los brazos pensando que de aquí al colegio no va a pasar nada. O perder de vista la carretera en unos segundos mientras encendemos un cagarrillo, segundos en lo que “sabemos” que nada va a pasar delante. He visto a automovilistas, a primera hora de la mañana, conduciendo en medio de un tráfico denso, a 50-60 km/h, leyendo la prensa, los fichajes de Marca. Y a conductores afeitándose y a mujeres maquillándose. Y a quienes van revisando papeles... Ya no digo nada de lo más habitual: conductores que llevan una mano en el volante y la otra –o las dos– en el móvil mandando un whatsapp. La vista, a medias: ni en una cosa ni en la otra. Recuerdo cuando el peligro era únicamente poner un cassette... Naturalmente, no pensamos que una distracción menor es una posible tragedia si el de delante frena o reduce su marcha. No reparamos que a 90 km/h el coche necesitará más de 60 metros para frenar...
Todo esto tiene explicación. Como cuentan los expertos, nuestra experiencia, en contra de lo que podamos creer, es tan limitada que podemos pensar que el riesgo por determinados comportamientos es mínimo o inexistente.
Como cuando compramos yogures sin ver la fecha de caducidad, como no pensamos que llevar las claves de la tarjeta anotadas no implica riesgos... Pequeños descuidos que muchas veces pueden tener consecuencias poco acordes con lo que hacemos...