El esperanto de la carretera
- Un 7% de los conductores dice desconocer la mitad de la señales
12 junio 2018
Cada año, el 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna. Se calcula que en el mundo se hablan hoy entre 3.000 y 5.000 lenguas, de las cuales solo 600 cuentan con más de 100.000 hablantes –cifra mínima para garantizar su supervivencia a medio plazo–. Entre las más extendidas están el chino mandarín (900 millones de hablantes), el inglés, (470 millones de hablantes); hindi (más de 420 millones), español (360 millones) y el ruso (casi 300 millones).
Pero existe un lenguaje si no universal, sí muy internacional. El de las señales de tráfico, la lengua madre o una especie de esperanto de las carreteras.
Gracias a la Convención de Viena, y desde 1968, en toda Europa Occidental las señales de tráfico están estandarizadas –aunque quedan excepciones en algunos países–, de forma que aunque traspasemos fronteras al volante, podemos entender perfectamente a qué velocidad debemos circular o qué peligros nos podemos encontrar en las vías. Incluso la mayoría de los países africanos y de Oriente Medio se basan en esta Convención de Viena, mientras que en Estados Unidos, Australia y el resto de países americanos siguen el estándar –diferente– vigente en EE.UU.
El principio básico europeo para señales de tránsito es que las formas y los colores deben utilizarse para indicar los mismos propósitos. Así, por ejemplo, las formas triangulares (fondo blanco o amarillo) se utilizan en señales de peligro –la convención de Viena permite una forma alternativa para las señales de peligro: una forma de diamante que se utiliza raramente en Europa–; las señales de prohibición en Europa están rodeadas con un borde rojo; las señales secundarias informativas y otras son rectangulares...
La Convención de Viena permite que se utilice la imagen de cualquier animal en las señales de peligro. Aunque en España es habitual que aparezcan siluetas de vacas y ciervos, en otros países europeos aparecen alces, ranas, patos, ovejas, caballos, osos polares y hasta monos, como en Gibraltar.
E incluso en alguna población de un país europeo hemos visto una señal de peligro que avisaba ¡del cruce de borrachos.