¡Esto es insostenible!
- Las cientos de horas perdidas en atascos suponen un coste de casi mil millones de euros para las empresas
30 septiembre 2019
Unos 10.000 muertos por contaminación ambiental al año. Cientos de horas anuales perdidas en atascos que suponen un coste para las empresas de casi mil millones de euros. 30.000 kilotoneladas de combustibles de origen fósil consumidas al año por la automoción. Más de una cuarta parte de las 333 millones de toneladas de CO2 emitidas al aire al año procedentes del tráfico rodado. Espacios tomados por miles de coches. Contaminación acústica excesiva que afecta a la salud física y mental de los ciudadanos.
Son los impactos que provoca el modelo de movilidad que ha dominado en las ciudades españolas en últimas décadas, con el vehículo privado como principal protagonista.
¿Por dónde empezar?
La lista de consecuencias negativas asociadas al uso generalizado del coche es tan extensa que la primera pregunta que cabe hacerse es: ¿por dónde empezar para cambiar?
“Es necesario tomar un conjunto de medidas a la vez, pero teniendo claro cuál debe ser la nueva jerarquía. Si no entendemos que la emergencia climática y la calidad del aire requieren una solución transversal, no resolveremos el problema de fondo”, asegura Manuel Ferri, experto en movilidad.
A medida que el parque automovilístico español fue aumentando durante los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, las ciudades se fueron extendiendo y creando círculos concéntricos en los que la población residente y las empresas se fueron situando cada vez más lejos del centro urbano. Las ciudades se expandían como manchas de aceite y los coches con ellas.
Esto multiplicó el número de desplazamientos diarios y disparó la media de kilómetros recorridos por cada vehículo. El coche, tradicional símbolo de libertad e independencia dentro y fuera de la ciudad, se convirtió en una 'cárcel' para unos conductores que pasaban horas atrapados en atascos.
Avanzar hacia una movilidad sostenible requiere diseñar otro modelo que se aleje de las premisas que han imperado hasta ahora. Y una de ellas, quizá la piedra angular, debe ser la transición energética.
Alicante ha sido la última ciudad en sumarse, aunque antes otras muchas como Bilbao, Madrid, Valencia, Barcelona, Vitoria o Sevilla ya han apostado por limitar la velocidad a 30 km/h en una zona más o menos amplia de sus entramados urbanos.
Se trata de una medida con muchos beneficios colectivos, pero sobre todo dos: limitar la velocidad salva vidas y reduce las emisiones contaminantes del tráfico.
En primer lugar, en el caso de un atropello en el que el coche circula a 50 km/h, si el vehículo reduce su velocidad a 30 km/h, las posibilidades de que el peatón sufra lesiones fatales se divide entre cinco. En este sentido, un caso llamativo es el de Pontevedra, una de las ciudades donde antes se implantó la limitación a 30 km/ h y cuya última víctima mortal de tráfico se remonta a 2011.
Noruega puede ser el primer país en conseguir una movilidad 100% eléctrica. Si la mayoría de los países europeos se plantea prohibir la venta de vehículos con motor de combustión en 2030, Noruega es más ambiciosa, y señala 2025 como fecha clave.
Claro que su mercado está mucho más maduro. En 2018, una tercera parte de los coches que se vendieron en este país eran eléctricos. Y en 2023, todos los taxis de la capital, Oslo, serán eléctricos, y se recargarán de forma inalámbrica en sus paradas.
Según un estudio presentado en 2017 por el Centro de Estudios para el Deporte de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) y la Fundación España Activa, en España se producen 52.000 muertes al año asociadas a la inactividad física.
Aunque es difícil determinar el grado de culpabilidad que tiene el uso habitual del vehículo privado para todos los traslados cotidianos, muchos expertos coinciden en otras formas de moverse más saludables como caminar o viajar en bicicleta ofrecen beneficios notables para la salud de las personas.
Además, según un estudio realizado por la Universidad de Osaka (Japón), utilizar el metro o el autobús a diario reduce un 44% el riesgo de tener la presión arterial elevada y de sufrir sobrepeso, así como el riesgo de diabetes en un 34%.