Los vigilantes de la carretera
- Hoy en día, la Agrupación de Tráfico cuenta con 8.656 efectivos: 6.329 son motoristas y 1.737 están en atestados
27 enero 2022
Los profesionales del auxilio en carretera suelen decir que los rescates son más seguros cuando está presente la Guardia Civil. Y quienes han sufrido un accidente o han tenido una avería durante un viaje seguramente están de acuerdo. Este es el compromiso con la seguridad vial del que presumen quienes han formado o forman parte de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil (ATGC), ya sean motoristas o pertenezcan a un equipo de atestados.
Estas son las dos opciones que ofrece la Agrupación a quienes eligen esta especialidad de la Guardia Civil, una vez superada la oposición de acceso, aprobado el curso en la Academia de Guardias y Suboficiales de Baeza y pasado el año en el que los nuevos agentes son eventuales. Además, deben superar otro curso de formación –bien como motoristas o para atestados– en la Escuela de Tráfico de Mérida (Badajoz).
En la actualidad, la ATGC está compuesta por 8.656 efectivos, lejos de los más de 10.000 que había en 2009. “Más vehículos, más accidentes, más carreteras y menos personal”, apunta el guardia civil Garzón, motorista de la Agrupación desde 1992.
En la carretera
A quienes forman parte de la ATGC les gusta su trabajo. “Es gratificante porque es bonito salvar vidas”, afirma el agente Álvarez, tras casi treinta años como motorista. Cuenta que se siente bien cuando auxilia a la gente y ve su cara de agradecimiento tras ayudarles en una situación complicada. Los más veteranos de la Agrupación aún recuerdan incluso que las patrullas solían llevar una caja de herramientas con las que reparaban pequeñas averías de los coches en la misma carretera (entonces, no existía la asistencia en la vía tal y como hoy la conocemos).
El auxilio en carretera es la principal labor de la ATGC. Cada año realizan más de 200.000 operaciones de este tipo (ver recuadro). Cuando se produce un accidente, atienden a las personas heridas (hasta que llegan los equipos médicos) y ordenan la circulación para evitar nuevos siniestros. Trabajan con premura para retirar lo antes posible los obstáculos de la vía y minimizar al máximo el llamado “efecto mirón” (circular más despacio para ver qué ha pasado en la carretera).
No obstante, el agente Álvarez reconoce que las ocho horas que pasa en la carretera cada día de trabajo y los más de 200 kilómetros que recorre diariamente (si no se alarga la jornada porque ha surgido algo a última hora) son duras –tienen tres turnos en los que van rotando: mañana, tarde y noche–. Por un lado, explica, están las inclemencias del tiempo (lluvia, frío, calor, etc., dependiendo de la estación del año). Por otro, la peligrosidad del propio trabajo porque, tal y como señala el agente Garzón: “En la carretera se mueve todo”. “Cuando paras a un vehículo por alguna infracción, nunca sabes si es un transporte de mercancías normal o son unos delincuentes que acaban de atracar un banco y están huyendo”, asegura. Según nos dicen, otro aspecto delicado del trabajo de los componentes la ATGC es cuando deben acudir a los juzgados a prestar declaración por algún siniestro vial.
Lo más duro
Estos dos guardias civiles acumulan muchos años de servicio y alguna que otra anécdota simpática. “Un día estábamos haciendo un control de alcoholemia. Eran las 9 de la mañana y paramos a un conductor que dio 1,1 mg/l, lo que es muchísimo y más a esas horas del día. Cuando se lo dijimos, nos sorprendió su respuesta. Nos dijo que él era el que menos había bebido, que sus compañeros habían ingerido todavía más alcohol”, cuenta el agente Álvarez.
Sin embargo, a pesar de los años y de la experiencia, los dos coinciden en que lo más duro siguen siendo los accidentes con víctimas mortales o heridas graves. “Es muy difícil acostumbrase a ello”, aseguran.
Vigilancia y prevención
“Cuando nos ven en la carretera, se cortan”, apunta el agente Garzón. Pisar el freno, dejar el móvil que llevábamos en la mano o ponernos a toda prisa el cinturón de seguridad. Esa es la reacción instintiva de muchos conductores cuando nos encontramos a una patrulla de la Agrupación, ya sea en moto o en coche. Porque muchas veces cuando los vemos, pensamos en esa multa que nos van a poner si nos pillan incumpliendo alguna de las normas de tráfico que garantizan la seguridad de todos en la carretera. De hecho, cada año realizan más de 1,5 millones de denuncias (en 2016, por ejemplo, se alcanzaron los 2,1 millones).
En realidad, imponer sanciones es solo una pequeña parte de su labor, aunque, aclaran, esa tarea también está enfocada a la prevención. “Incluso cuando ponemos alguna sanción, también ayudamos a la seguridad porque damos un toque de atención para evitar errores más gordos”, comenta la guardia civil Falgueras, también motorista de la Agrupación.
Las patrullas de la ATGC tienen encargadas muchas tareas, además de la seguridad vial (vigilar las carreteras y atender las incidencias): control de velocidad con radar, vigilancia con drones (equipos compuestos por un piloto de la DGT y un operador de cámara de la Agrupación, más la patrulla a la que avisan para que pare al infractor y notifique la infracción) y la vigilancia de vehículos pesados (camiones y autobuses, a los que se solicita, por ejemplo, la documentación, la autorización de transportes, etc. y se les revisa el tacógrafo –con los tiempos de descanso y conducción–, ruedas, cinturones, etc.).
Los controles de alcohol y drogas también son habituales para las patrullas de la ATGC (no suelen durar más de una hora en cada punto porque su localización se difunde muy rápido a través de las redes sociales y pierden efectividad). En 2020, por ejemplo, se realizaron más de 3,1 millones de pruebas de alcohol (con más de 26.000 denuncias) y casi 50.000 de drogas (unas 17.000 denuncias). Si en ese control, algún conductor da positivo en alcohol y/o otras drogas, el vehículo queda inmovilizado –si no lo puede conducir otro ocupante–. Además, en esos controles suelen detectarse otras irregularidades, como, por ejemplo, llevar mal colocada la carga (sin separación con los pasajeros, algo que, en caso de un frenazo brusco, puede provocar la muerte a alguno de ellos), mal estado de los neumáticos, un carné de conducir caducado hace meses, no haber pasado la ITV o alguien que no lleva puesto el cinturón de seguridad.
En pandemia
El trabajo en la ATGC cambió radicalmente durante la pandemia y el confinamiento. Los controles en la carretera pasaron a ser “controles Covid”, es decir, evitar que las personas se desplazaran de un sitio a otro. No obstante, en la Agrupación, admiten que, en general, “la gente se comportó bastante bien, respetando las limitaciones a la movilidad que se impusieron”, reconoce el guardia civil Garzón.
Tratan de llegar lo antes posible al lugar del accidente, cuando aún están las víctimas. Señalizan los restos que encuentran, los fotografían, miden huellas, estudian trayectorias, recogen las pruebas y documentan todo lo que consideran que les puede ayudar a explicar por qué se ha producido el siniestro. Con todo eso, preparan un exhaustivo informe que servirá a las compañías de seguros y también al juzgado. De estos informes, parte el ERAT (Equipo de Reconstrucción de Accidentes de la Guardia Civil) para reproducir el accidente, si es necesario.
En la actualidad, son 1.737 quienes forman parte de los equipos de atestados, que también realizan pruebas de alcohol y/o drogas a los conductores de los vehículos implicados en el siniestro o les toman declaración. En realidad, su furgoneta es una pequeña oficina móvil. Sus jornadas de trabajo son de 12 horas.
El agente Escanilla, miembro de uno de estos equipos desde hace ya algunos años, explica que esa es una labor
perfecta para él porque “es un trabajo híbrido”, con horas en la oficia (preparando los informes) y tiempo en la calle (investigando los accidentes). “He visto tantos accidentes y tantas cosas en la carretera que decidí vender la moto que tenía”, afirma. También nos cuenta que ya no se impresiona tanto con las víctimas mortales que ve en la carretera (su experiencia anterior con ambulancias le ha ayudado mucho), si bien sigue siendo muy difícil para él comunicar a una familia que su padre o su hijo han fallecido en un accidente de tráfico. Piensa que no está lo suficientemente preparado para dar una noticia tan dramática.
En 1988, se aprobó el Real Decreto que permitía la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil. Ese mismo año, ellas ya pudieron presentarse a las pruebas de acceso, por lo que la 94ª promoción de la Guardia Civil fue la primera que contó con mujeres (1988-1989). Las primeras llegaron a la Agrupación de Tráfico en 1991. Hoy son 161.
Tras 5 años en la Armada, a bordo de un buque, Mónica Falgueras ingresó en 2004 en la Guardia Civil y, en 2008, se incorporó como motorista a la ATGC. Sin antecedentes familiares en la Benemérita, esta gaditana de La Línea de la Concepción siempre tuvo claro que lo suyo era tráfico: “Me gustaba la moto y, sobre todo, ayudar a las personas cuando tienen un accidente”. Subraya que la seguridad vial es, hoy por hoy, el único aliciente que tiene formar parte de la ATGC, ya que el económico desapareció hace tiempo: “El que está en tráfico es porque le gusta”.
Dice que algunos accidentes siguen siendo muy duros (no quiere hablar mucho de este tema), aunque también tiene momentos de satisfacción porque su trabajo merece la pena: “Lo más reciente fue durante la tormenta Filomena, cuando conseguimos sacar muchos coches de la M-501 antes de que se quedaran atrapados en la nieve”.
Cree que las guardias civiles que salen de la Academia no eligen más la ATGC porque les frena el tema de la moto (pesa entre 300 y 350 kilos): “Deben quitarse ese miedo. Yo peso unos 50 kilos y no soy muy alta y la manejo bien. Deberían probar la moto y comprobar que pueden hacerlo. Tráfico es una especialidad muy bonita”.
Para ella, nunca ha sido un problema ser mujer (“siempre me he sentido como una más”), tampoco cuando pone alguna sanción: “Alguna vez un conductor reacciona mal, pero tiene más que ver con la pataleta de la multa que por el hecho de que se la ponga una mujer”.
Los motoristas de la ATGC, como la guardia civil Falgueras, realizan entre 18 y 20 servicios al mes. De estos, ella hace 4 desde el helicóptero de la DGT, donde maneja la cámara del Pegasus, desde hace ya 7 años: “Fue algo que surgió. Me lo propusieron y acepté, y me gusta mucho”. Cuenta que, con el helicóptero, no solo controlan las infracciones de tráfico, sino que también ayudan si un vehículo se ha dado a la fuga y está por su zona o notifican un accidente en la carretera si ven que todavía no han llegado las asistencias.
Según apuntan los guardias Garzón y Álvarez, la ATGC es la unidad de la Guardia Civil que más víctimas mortales registra. Prueba de ello son los 344 agentes que han fallecido en acto de servicio en sus 62 años de historia. El último se contabilizó el pasado 10 de agosto, en la localidad pontevedresa de Catoira. Se trataba de un motorista de la Agrupación que iba a atender un accidente de tráfico cuando se salió de la vía.
Los guardias Álvarez y Garzón (ambos han sufrido varios accidentes de moto y coche), aún recuerdan con tristeza a otro compañero que perdieron, hace unos pocos años, en el kilómetro 20,7 de la A-1, en Madrid, cuando paró a un vehículo para denunciarle por una infracción y le arrolló un camión cuyo conductor se despistó. Todavía hoy, unas flores en el quitamiedos del lugar donde se produjo el siniestro mantienen viva su memoria. “El problema es que esos accidentes ocurren demasiadas veces”, apuntan.
Aunque echó a andar en 1958 con una unidad piloto compuesta por unos pocos efectivos, la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil se constituyó como tal en septiembre de 1959, tras la aprobación de la Ley 47/1959 (que atribuía a la Guardia Civil las competencias en materia de vigilancia del tráfico en todo el territorio nacional) y de la Orden General 32, del 26 de agosto.
Los primeros 560 agentes con los que se inició la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil estaban encargados de vigilar los 60.000 kilómetros de carreteras que entonces tenía España, un país cuya población apenas superaba los 30 millones de habitantes. En 1960, había matriculados 145.000 vehículos (camiones, autobuses, turismos y motocicletas) y alrededor de 206.000 personas tenían un permiso de conducir. Ese año, se contabilizaron 18.000 accidentes viales y 1.300 fallecidos.
Hoy, la ATGC cuenta con 8.656 efectivos (8.495 hombres y 161 mujeres). De ellos, 1.737 forman los equipos de atestados y 6.329 son motoristas (el resto tiene otras tareas). Controlan 148.000 kilómetros de carretera de un país en el que vivimos más de 47 millones de personas. El parque móvil español está compuesto por casi 35 millones de vehículos y más de 27 millones de personas tienen un permiso de conducir. En 2020 (año marcado por la pandemia), se contabilizaron casi 73.000 accidentes de tráfico, en los que fallecieron 1.370 personas.
Un pilar básico de la Agrupación es la formación, de lo que se encarga la Escuela de Tráfico de Mérida (Badajoz), que echó a andar el 1 de enero de 1996. Desde entonces, han pasado por ella unos 13.000 alumnos en los diferentes cursos que se imparten: especialización (motoristas, atestados y dirección), cambio de modalidad (de atestados a motoristas y viceversa), formación básica (cinemómetros, etc.) y perfeccionamiento (transportes, etc.).
El pasado mayo, se publicó la oferta de empleo en la Guardia Civil para 2021. Son 2.091 plazas. Para conseguir una de ellas, los candidatos deben ser mayores de 18 años (y no más de 40 este año) y tener el título de la ESO, entre otros requisitos. Además, tendrán que superar varias pruebas, divididas en tres fases: fase 1, conocimientos teórico-prácticos (ortografía, cultura general e inglés), fase 2, psicotécnicos (aptitudes intelectuales y perfil de personalidad) y fase 3, aptitud psicofísica (pruebas físicas, entrevista personal y reconocimiento médico). Además, la pruebas físicas constan de velocidad (carrera de 60 metros lisos), resistencia muscular (carrera de 2.000 metros lisos), potencia del tren superior (flexiones) y soltura acuática (50 metros de natación estilo libre en piscina).
Quienes aprueben tendrán que pasar un curso (de septiembre a junio) en la Academia de Guardias y Suboficiales de Baeza (Jaén). Tras recibir los despachos y pasar otro año como eventuales, ya pueden solicitar su ingreso en la Agrupación de Tráfico, donde, tras pasar un examen, tendrán que elegir entre motoristas o atestados. En ambos casos, además, tienen que superar un curso en la Escuela de Tráfico de Mérida (Badajoz).