Déficit de atención, hiperactividad y conducción
- El riesgo de accidente del paciente con TDAH es menor del que se creía
29 mayo 2014
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es un problema del comportamiento, más frecuente en varones, que afecta al 5-10% de la población infanto-juvenil. Sus síntomas principales son la dificultad para mantener la concentración (déficit de atención), sobre todo en circunstancias que ofrecen baja estimulación, y la falta de inhibición o control sobre los impulsos se asocia con frecuencia a inquietud motora (hiperactividad-impulsividad). Estos signos aparecen por separado o combinados, pero predomina el déficit de atención, o la conducta impulsiva e hiperactividad, o lo más frecuente, mixto.
Los estudios han demostrado que del 60% al 75% de los niños con TDAH presentan los síntomas hasta su edad adulta. Un pilar fundamental es el tratamiento farmacológico. Tradicionalmente se ha usado un grupo de medicamentos estimulantes del tipo de la anfetamina o el metilfenidato, la lisdexanfetamina y otros, como la atomoxetina, con menor efecto estimulante. Los principales medicamentos autorizados en España incluyen el pictograma que advierte del peligro para la conducción.
Estos fármacos estimulantes tienen un efecto sedante en los niños con el TDAH. Junto al tratamiento farmacológico es imprescindible un abordaje psicológico y la intervención psicopedagógica, en especial en niños y adolescentes.
Estudios previos indicaban que los conductores con TDAH adoptan conductas de riesgo con más frecuencia, cometían más ‘violaciones’ de las normas de tráfico, y tenían un mayor riesgo de verse implicados en accidentes de tráfico. Como los conductores más jóvenes presentan tasas más elevadas de accidentes, la relación TDAH-accidentalidad siempre ha sido objeto de especial atención.
“Accident Analysis and Prevention” ha publicado un metanálisis de la relación entre TDAH y accidentes de tráfico que concluye que el riesgo del paciente con TDAH de verse implicado en un accidente, comparado con el conductor sin ese trastorno es de 1.36. Si se cuentan los kilómetros recorridos, el riesgo es menor.
Este estudio, comparado con los realizados en los años 90, señala que el riesgo de accidente de estos pacientes es menor de lo creído, y similar al de otros pacientes, como los de trastornos cardiovasculares.
Esta mejora se debe, probablemente, al mejor control actual de estos pacientes y a los avances en los medicamentos usados.
- Hable sinceramente con su médico para decidir las pautas de conducción más seguras en base al momento en que se halle.
- Tenga en cuenta el consejo del médico sobre los efectos secundarios de la medicación. Evite conducir en los primeros días de tratamiento y con cambios de dosis.
- Tener que conducir no debe ser excusa para dejar el tratamiento, ni cambiar sus pautas.
- No conduzca si nota nerviosismo, somnolencia, temblores, alteraciones de la visión, movimientos anormales...
- Adapte su conducción a su estado. En todo caso, descanse cada 2 horas o más si está cansado, nervioso o con dificultad para mantenerse alerta.
- Si debe hacer un viaje largo, prepare previamente su recorrido. Recuerde que en la conducción es fundamental mantener la calma y evitar decisiones precipitadas.