Agresividad: claves al volante
- El concepto agresividad en la conducción incluye la expresión verbal, la física y el propio uso del vehículo
14 diciembre 2022
El cierto grado de aislamiento y anonimato que proporciona el vehículo facilita la expresión de impulsos, como la agresividad, que de otra forma inhibimos. Factores externos como el tráfico denso, las prisas o los problemas de aparcamiento pueden desencadenar reacciones agresivas de palabra, con gestos o con el propio vehículo.
La conducción se desarrolla, básicamente, en tres niveles de actividad diferentes: un nivel de control, un nivel táctico o de maniobra y un nivel estratégico o de planificación. En el desempeño de estos tres niveles influyen múltiples variables como la cantidad de información que interfiere en ellos, la complejidad de la misma y la personalidad del conductor, entre otras.
Esta última es la que determina las decisiones y conductas en la conducción, condicionadas por sus creencias, expectativas y anticipaciones. Tal y como afirmaba José Luis Pinillos (uno de los principales impulsores de la psicología en España), al hablar de personalidad y conducción es más interesante ver los efectos que el coche produce en el usuario que a la inversa. El vehículo se convierte en una segunda piel, favoreciendo un grado de aislamiento y anonimato que facilita la expresión de impulsos que de otro modo están inhibidos.
Estos impulsos pueden desembocar en conductas agresivas al volante, un factor de riesgo que puede estar relacionado con numerosos accidentes de tráfico. Existen estudios que demuestran que la agresividad no solo ha sufrido un aumento significativo en los últimos años, sino que puede convertirse en una actitud característica del conductor europeo medio. Es importante destacar que el concepto de agresividad en la conducción incluye tanto la expresión verbal (grito, insulto…) y la física (miradas, agresión, gestos…) como el propio uso del vehículo (conductas bruscas, no respeto de la distancia de seguridad…).
Para valorar el efecto de esta actitud agresiva es necesario comprender los factores que la producen e intensifican, distinguiendo los que dependen del estado psicofísico del conductor (por ejemplo, estrés elevado por un acontecimiento laboral importante) o de las circunstancias externas concretas sobre las que no existe capacidad de control (como una retención por un accidente).
Factores internos
Dentro de estos factores podemos distingir varios:
• Estado emocional y personalidad: Algunas personas, en función de determinados rasgos de personalidad y épocas de la vida, son más susceptibles que otras a sufrir accidentes de tráfico, por eso se habla de “predisposición al accidente”. Existen estudios que concluyen que dicha predisposición es mayor en las personas con menor aptitud atencional en la conducta, gran impulsividad con bajo control y poca capacidad de respuesta ante eventos importantes por menor flexibilidad. En este sentido, las personas con más tendencia a comportarse de forma agresiva interpretarán con más facilidad la conducta de otros como una amenaza.
• Atribuciones: La interpretación que se haga de las distintas situaciones en la carretera es determinante para la posterior reacción. Es más probable actuar de forma agresiva si se cree que la intención del resto de conductores es desafiante, por eso es fundamental tener en cuenta que no siempre estas atribuciones son correctas y así reducir el nivel de hostilidad.
• Falta de empatía: La empatía es un factor decisivo en la prevención de conflictos viales. Además de fomentar una conducción más eficaz, favorece la
anticipación a los movimientos de otros usuarios haciendo una gestión positiva de las situaciones al facilitar las acciones de los demás.
• Sensación de impunidad y anonimato: El anonimato que produce la conducción permite que afloren los instintos primarios y favorece que no se repriman ciertos impulsos que en ámbitos diferentes a la conducción se controlan.
Factores externos
Los factores externos relacionados con la agresividad en la conducción contemplan las circunstancias que no pueden controlarse, principalmente el tráfico, la prisa y la falta de aparcamiento. Más de la mitad de conductores modifican su estilo de conducción por esto, son situaciones que generan un nivel de frustración que con mucha probabilidad evoluciona a una actitud más agresiva.
El ruido ambiental o una temperatura inadecuada también pueden producir mayor irritabilidad, al igual que sufrir consecuencias por infracciones de otros conductores o valorar su conducta desde la rivalidad.
Consecuencias
Según un estudio de la Fundación Línea Directa en colaboración con INTRAS (Instituto Universitario de Investigación de Tránsito y Seguridad Vial
de la Universidad de Valencia) sobre la influencia de la agresividad en los siniestros de tráfico, el 10% de los conductores españoles son agresivos al volante. Estas actitudes multiplican por 10 el riesgo de sufrir un accidente con víctimas, y por 30 el de accidente con heridos graves.
En este sentido, como plantean las teorías cognitivo motivacionales, el comportamiento del conductor está dirigido por una serie de motivaciones personales, y las elecciones que realiza son más determinantes que las características concretas de la tarea de conducción.
En estas elecciones, factores tales como la agresividad tienen una influencia determinante al generar un mayor nivel de riesgo asumido, por lo que se debe seguir trabajando para concienciar sobre los costes de esta forma de movilidad.
Aunque las circunstancias en la carretera son únicas, existe una serie de consejos que si llevamos a cabo favorecerán un mayor control de la agresividad y, por tanto, reducirán el riesgo al volante.
1. Adoptar conciencia plena en la conducción: si focalizamos la atención en nuestra conducta dejamos poco margen a hacer juicios sobre las intenciones de los demás y disminuirán las reacciones impulsivas o desafiantes.
2. Ajusta al máximo todos los factores que se pueden controlar: haz una previsión de posibles atascos para evitar el estrés por la prisa, evita situaciones de tensión dentro del vehículo y prepara el ambiente para que resulte lo más cómodo posible (ruido, temperatura…).
3. Conecta con tu estado emocional: sé consciente de que el nivel de ira está aumentando y aplica técnicas de respiración o relajación para poder controlarlo
y que no te controle a ti.
4. No hagas juicios: no conocemos las circunstancias del resto de conductores por lo que trabajar la tolerancia al volante y no generar rumiaciones sobre el comportamiento de los demás disminuirá el nivel de frustración.
5. Respeta las normas de conducción: haciéndolo no solo evitarás accidentes, también mantendrás controlada la hostilidad que puedes
generar en otros usuarios. En este sentido, puede ser un buen ejercicio intentar conducir con la misma actitud con la que afrontamos
otras situaciones, sin la sensación de protección y de anonimato que el vehículo nos da.