Conducir a ciegas
- La miopía nocturna puede afectar en algún grado a más del 90 % de la población española.
18 diciembre 2025
Ahora que estamos en los meses en los que los días son más cortos es importante recordar que nuestros ojos no ven ni funcionan igual de día que de noche. Bajo la luz diurna la visión depende principalmente de unas células de la retina llamadas conos, responsables de percibir los colores y los detalles finos. En cambio, cuando llega el ocaso y la luz disminuye, entran en acción otros fotorreceptores, los bastones, que son más sensibles a la luminosidad pero que a cambio no distinguen los colores ni ofrecen la misma nitidez que los conos. Debido a ello, la conducción nocturna supone un reto visual exigente en un entorno de luces tenues, deslumbramientos y cambios bruscos de luminosidad.
No ver de noche. Para tener en cuenta el cuadro completo de lo que supone para nuestros ojos circular por la carretera sin la compañía de la luz solar hay que tener en cuenta un factor más: la miopía nocturna. “Es una alteración que sólo se manifiesta por la noche, cuando las condiciones de baja luminosidad modifican el enfoque del ojo y provocan una ligera pérdida de nitidez en la visión lejana. Según un estudio reciente de nuestro grupo de investigación, esta alteración puede afectar en algún grado a más del 90 % de la población española”, asegura Andrés Gené Sampedro, vicepresidente 2º del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas y profesor titular de la Universidad de Valencia. Esta miopía nocturna, que provoca visión lejana borrosa, puede presentarse incluso en personas con visión normal durante el día, especialmente en jóvenes con buena agudeza visual. Se suele manifiestar como una ligera pérdida de nitidez o difuminado de las luces y señales durante la conducción nocturna, lo cual afecta al rendimiento del conductor.
Cuestión de edad. La miopía nocturna no es el único defecto visual que puede experimentar un ojo sano cuando nos ponemos al volante de noche. El propio paso del tiempo también afecta de forma notable a nuestra visión. Con la edad disminuye el tamaño de la pupila, lo que reduce la entrada de luz, al tiempo que el cristalino se vuelve más amarillento y opaco, disminuyendo el contraste y la transmisión luminosa. Además, la adaptación a la oscuridad se hace más lenta y pueden aparecer patologías oculares como las cataratas, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) o el glaucoma, que agravan la pérdida de sensibilidad visual nocturna.
“En conjunto, se estima que una persona de 60 años necesita hasta tres veces más luz que una de 20 para ver con la misma claridad. A partir de los 70 u 80 años, estos cambios visuales se acentúan de forma notable y su impacto en la visión nocturna puede ser aún más significativo. Por ello es necesario mantener una actitud preventiva y consciente, adaptando la conducción a nuestras capacidades visuales y asegurándonos de contar con una revisión optométrica regular para circular con seguridad y confianza”, apunta Andrés Gené.

Y si llevas gafas... Si este es el panorama cuando no se padece ningún problema de visión durante el día, ¿qué sucede con la visión nocturna de aquellos que ya necesitan llevar gafas? En general, los hipermétropes suelen experimentar fatiga visual con mayor rapidez, especialmente en trayectos largos o con poca iluminación. Por otro lado, se ha detectado que las personas con astigmatismo son más sensibles a los deslumbramientos y halos luminosos, lo que puede dificultar su percepción de luces y señales. Y todos aquellos que tienen presbicia (vista cansada) pueden tener problemas para enfocar el cuadro de mandos, el GPS o el interior del vehículo en penumbra, por lo que en su caso es imprescindible el uso de gafas progresivas (huyendo de las premontadas), que permiten una visión nítida y cómoda a todas las distancias.
En cuanto a la miopía, el defecto visual más común en España, los riesgos también se incrementan por la noche. “Las personas con miopía suelen presentar una mayor sensibilidad al deslumbramiento y una menor tolerancia a la baja iluminación. Cuando la luz escasea, la pupila se dilata, pero esa dilatación aumenta las aberraciones ópticas, lo que puede acentuar la borrosidad de lejos si la corrección no es perfecta”, sentencia el experto. Es por ello que los conductores miopes deben prestar especial atención a su corrección óptica y a las condiciones visuales del entorno para garantizar la máxima seguridad al volante. Entre otras acciones se recomienda en este caso:
• Conducir siempre con la graduación actualizada.
• Evitar el uso de gafas con graduación antigua o lentes ralladas o sucias, ya que aumentan los reflejos y reducen la nitidez.
• Utilizar lentes con tratamiento antirreflejante, que mejoran el contraste y disminuyen el deslumbramiento.
• Mantener limpias tanto las lentes como los parabrisas del vehículo.
• Evitar mirar directamente hacia las luces intensas de otros vehículos.
• Revisar la visión al menos una vez al año.
Como resumen y para superar todos los hándicaps posibles que pueden aparecer en la visión nocturna, el mejor consejo es realizar revisiones periódicas con el óptico-optometrista y evaluar las capacidades visuales. El objetivo es optimizar el rendimiento visual de cada persona al volante y reducir el riesgo de sufrir un accidente nocturno.
El ojo humano es capaz de detectar una amplia gama de niveles de luz gracias a su notable capacidad de adaptación visual. Sin embargo, este proceso no es inmediato. La adaptación completa a la oscuridad de nuestros ojos puede tardar entre 5 y 10 minutos en condiciones moderadas y hasta 30 minutos en oscuridad total. Durante ese tiempo se reduce la agudeza visual, el contraste y la capacidad para percibir detalles, lo que puede resultar crítico al entrar en túneles, carreteras poco iluminadas o tras un deslumbramiento provocado por los faros de otro vehículo. Por ello, de noche, es recomendable disminuir la velocidad y aumentar la distancia de seguridad para dar tiempo a que el ojo recupere su capacidad visual completa.
Aunque su prevalencia es menor que la de los problemas refractivos o binoculares, algunas patologías oculares pueden comprometer seriamente la seguridad al volante, especialmente en condiciones de baja iluminación. Las más relevantes son:
• Cataratas, que provocan deslumbramientos, pérdida de contraste y visión borrosa.
• Degeneración macular asociada a la edad (DMAE), que afecta a la visión central y la percepción de los detalles.
• Glaucoma, que provoca una pérdida progresiva del campo visual periférico esencial para detectar movimientos u objetos laterales.
• Retinopatía diabética y otras alteraciones de retina, que reducen la sensibilidad al contraste y la capacidad para distinguir formas en penumbra.
Cualquiera de estas afecciones incrementa notablemente el riesgo de accidente nocturno, por lo que es imprescindible su detección precoz y un seguimiento regular por parte del óptico-optometrista y del oftalmólogo.





