Velocidad: ¡Un momentito, por favor!
- Hay que apuntar términos como velocidad inadecuada con datos objetivos y razonados que expliquen los riesgos de dicha velocidad
28 noviembre 2018
Sólo un momento y unas líneas para hablar de la velocidad. Un concepto que nos lleva a progreso, tecnología, modernidad, libertad, autonomía… y que en la seguridad vial, casi de forma automática, nos sitúa en el tema de en este número, los límites de velocidad en las vías convencionales… Y por razones obvias, parece necesario empezar a atribuir a su reducción la acepción de ‘salvavidas’ con todas las letras.
En general, uno de los grandes retos de la educación ciudadana es humanizar, acercar a lo cotidiano conceptos, aspectos, teorías y planteamientos que a primera vista pueden resultar complejos e inalcanzables para los usuarios.
Algo tan amplio y multifactorial como la seguridad vial se percibe como más asequible desgranando los grandes retos en pequeños esfuerzos de los usuarios en su entorno más cercano, en su particular red social.
CONOCIMIENTO Y VALORES. Una convivencia más amable en las vías, por ejemplo, es, sin duda, uno de los grandes retos de la seguridad vial, pero plantearlo como la suma de esfuerzos por movernos con mayor responsabilidad, siendo más solidarios, tolerantes y respetuosos con los demás parece más asequible; ahora bien, conseguirlo requiere tanto conocimiento objetivo, como una buena dosis de actitud y práctica de valores sociales que mejoren la convivencia vial, y hagan nuestros desplazamientos más seguros… y gratos.
VELOCIDAD SEGURA. Si aplicamos este método a la velocidad, para entender mejor el concepto y sus efectos, también podemos desgranarla y hablar de velocidad “inadecuada” o “excesiva”, y de que ambas ejercen una influencia muy negativa sobre la capacidad para conducir, frente a la velocidad “segura”, que combina la “recomendada”, la “reglamentaria” y la “adecuada”, a otras circunstancias variables –como la climatología o el estado de la vía–, que actúan como un factor significativo de protección.
Pero no basta con calificar y definir. También es necesario, primero, apuntalar estos términos con datos objetivos y razonados (conocimiento) que expliquen los riesgos de la velocidad inadecuada, por ejemplo: la dificultad de evaluar situaciones que nos impide tomar decisiones seguras por la reducción del tiempo de que dispondremos para reaccionar si vamos con velocidad excesiva, o la pérdida de cantidad y calidad de la información que documentará una decisión de una conducta más segura; y, segundo, la conexión emocional que consiga convencer de que la educación puede conseguir ciudadanos más seguros desde la empatía, la solidaridad y la responsabilidad de cada uno en su entorno.
La educación para la Seguridad Vial se dirige a una ciudadanía con necesidades viales que son diferentes a lo largo de su ciclo vital. Los niños, que durante esa etapa son básicamente peatones u ocupantes; jóvenes que comienzan a circular no solo a pie, sino en bici y ciclomotor; adultos que, además de a pie, se desplazan como conductor de automóvil o como pasajeros; mayores con las limitaciones que les impone la edad y la salud... Cada etapa tiene unos condicionantes y unas necesidades de movilidad y de seguridad.
Además, a lo largo de la vida todos podemos ser prescriptores de seguridad vial. Pensemos, por un lado en el maestro o los padres durante la etapa infantil, pero no olvidemos a un compañero de trabajo que ofrece un buen consejo en una charla, un educador municipal para personas mayores o un abuelo que charla con sus nietos...