Enseñar la movilidad S
- Aparcar sobre la acera o mal limita el derecho a una movilidad segura y accesible
04 octubre 2022
Según la encuesta “Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones de Dependencia 2020”, en España 4,3 millones de personas sufren alguna discapacidad (un buen número procedentes de accidentes de tráfico). De ellas, casi el 59% son mujeres; el 60% tiene más de 65 años.
En dicha encuesta el 34% de las personas con discapacidad manifiesta tener dificultades para desenvolverse por el entorno, debido a barreras arquitectónicas y problemas derivados del acceso al transporte, lo que ocasiona un déficit y limita el desarrollo de actividades cotidianas y de vida diaria.
Y es que cuando alguien sufre un accidente de tráfico, comienza una nueva etapa, dura, llena de lucha, frustración, paciencia, constancia… sujeta a muchos cambios y adaptaciones, y necesita de un replanteamiento de todo lo que hacía y que tal vez ahora ya no pueda hacer o deba hacer de otra manera. La vida continúa y es necesario seguir avanzando, aunque sea poco a poco, en todos los ámbitos: personal, laboral, social…
Así lo demuestran muchas personas que, tras sufrir un accidente de tráfico, superan pequeños pero grandes retos para avanzar, demostrando que vivir merece la pena.
Nueva movilidad
En la movilidad, nosotros mismos provocamos muchas veces obstáculos físicos (barreras, inaccesibilidad, baches…), pero también con actitudes y por falta de incorporación de valores en nuestros actos, conductas o comportamientos.
En muchas ciudades son ya una realidad distintas formas de desplazamiento hacia modelos más sostenibles y saludables. Una reconversión que pone el acento en las personas y usuarios más vulnerables. A la “S” de saludable y sostenible, se añade la de seguro.
Y tan importante como estos adjetivos es también una movilidad accesible e inclusiva en relación a infraestructuras, establecimientos, transportes, servicios… que permitan a todos su utilización con garantías de seguridad y autonomía, tengan o no alguna limitación. Hay que pensar que, posiblemente, en algún momento de nuestra vida, todos podemos tener, permanente o temporalmente, algún tipo de carencia física, psíquica y/o sensorial.
Algunos usuarios de las vías no son conscientes de que los vehículos que invaden las aceras o estacionan en zonas reservadas para personas con discapacidad, sobre pasos para peatones o en doble fila, bicicletas y vehículos de movilidad personal abandonados en lugares incorrectos, en paradas de transporte público… limitan el derecho de todos a una movilidad segura y accesible.
Es interesante mencionar un concepto que comienza con uve de Vida: velar. Velar o Vigilar es una herramienta más en la faceta preventiva de la Seguridad Vial y de ella se deriva el necesario cumplimiento de las normas. No estamos solos, compartimos espacio, convivimos con otros y debemos respetar para ser respetados. En ocasiones es necesario mitigar los incumplimientos que afectan a los más vulnerables y que limitan su acceso normalizado a la comunidad, a desplazarse de manera segura y dar respuesta a sus derechos como ciudadanos.
¿Hablamos de autonomía?
Autonomía es el conjunto de habilidades y capacidades que cada persona tiene para hacer sus propias elecciones, tomar decisiones y ser responsable de las consecuencias de las mismas. En los niños, el desarrollo de la autonomía desde edades tempranas es esencial y contribuye, sin duda, a su desarrollo integral, a la adquisición de unos hábitos, valores, aprendizajes y autoestima.
El concepto de autonomía asociado a usuarios sujetos a una mayor vulnerabilidad (como pueden ser las personas con discapacidad) implica la necesidad de tener libertad para realizar acciones y tomar decisiones, recibiendo el apoyo necesario, adaptando tareas y aportando recursos necesarios desde la implicación de toda la sociedad.
Tras un accidente de tráfico, serán necesarios todo tipo de apoyos y refuerzos para dotar a la persona de mecanismos que potencien ese camino hacia una ‘nueva normalidad’. Ser autónomos, en la medida de lo posible, para volver a salir a la calle y realizar desplazamientos con o sin la ayuda de otros, caminando, en silla de ruedas o volviendo a conducir un vehículo, en un entorno que necesariamente ha de ser accesible e inclusivo.
En la prevención de los accidentes de tráfico, es necesario mencionar una herramienta que si bien da resultados a largo plazo, es importante incorporarla a nuestro discurso. Es la educación vial para una movilidad más segura, sostenible, saludable y accesible. Educación vial como medida preventiva de los accidentes de tráfico, pero también como medida que incorpora contenidos que participen del desarrollo de la autonomía de las personas con discapacidad, de su implicación y acceso a la comunidad y de hacer posible una vida más independiente, todo ello a través de la incorporación de talleres, actividades y recursos en la programación de centros educativos, asociaciones, entidades e instituciones de la mano de los profesionales, que dedican su atención a personas con capacidades diferentes, haciendo que su vida sea lo más normalizada posible y disfrutando de nuevo, de esas pequeñas cosas que nos hacen ser grandes día tras día.
Uno de los principios de esta Convención (artículo 3) es el “respeto de la dignidad inherente, la autonomía individual, incluida la libertad de tomar las propias decisiones, y la independencia de las personas”. La Convención también dice que las personas con discapacidad tienen “derecho a vivir de forma independiente y a ser incluidas en la comunidad […] con opciones iguales a las de las demás”. También a “elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir”, para no verse “obligadas a vivir con arreglo a un sistema de vida específico”. También a tener acceso “a una variedad de servicios de asistencia domiciliaria, residencial y otros servicios de apoyo de la comunidad, incluida la asistencia personal que sea necesaria para facilitar su existencia y su inclusión en la comunidad y para evitar su aislamiento o separación de ésta”.