"La mejor infracción es la que no hay que denunciar porque no se comete"
- Comenzó en el destacamento de Martorell (Barcelona) y pasó por Navarra, Segovia, Valencia, Sevilla y Mérida (Badajoz), en esta última como director de la Escuela de Tráfico de la Guardia Civil.
11 diciembre 2019
¿Por qué se creó la ATGC?
Se fundó en 1959 debido al importante incremento del número de vehículos y la problemática que se estaba generando, y el gobierno de entonces confió en la Guardia Civil. Fue la primera unidad especializada de la Institución. Empezamos a hacernos presentes en la carretera y en un período corto de tiempo pasó a ser una unidad muy conocida, estimada y con mucho prestigio.
¿Cuáles son sus objetivos?
Conseguir que se reduzcan los accidentes de tráfico. Nuestra misión es controlar y vigilar el tráfico y auxiliar al conductor en todo aquello que necesite. Solo el año pasado realizamos más de 200.000 servicios de auxilio e intervinimos en cerca de cien mil siniestros viales.
¿Y sus principales hitos?
Nuestra fortaleza es nuestra presencia y visibilidad en la carretera, porque somos un servicio preventivo. La mayor parte de las conductas en la carretera no son dolosas, sino negligentes por falta de atención, por distracciones. No nos damos cuenta hasta que vemos al guardia. Para nosotros, la ‘mejor’ infracción es la que no hay que denunciar porque no se comete, y el ‘mejor’ accidente es el que no hay que investigar porque no se producido.
Es una de las instituciones con mejor imagen entre los ciudadanos...
Porque nos hemos dedicado a atender al ciudadano; saben que somos un servicio público y encuentran que ese servicio se realiza.
Ya ha comentado que su fortaleza es la visibilidad. ¿Son conscientes de que al verles levantamos inmediatamente el pie del acelerador?
Siempre hemos tratado de que se nos vea en carretera. Está claro que apostamos por la visibilidad como la primera herramienta del servicio que prestamos. Cuando hablo de la importancia de la visibilidad siempre pongo el mismo ejemplo: el conductor que se pone el cinturón cuando le avisan, con una ráfaga, de que hay una patrulla. Al pasar delante sonríe y piensa “esta vez no me pones multa”. Unos kilómetros más adelante tiene un accidente y el operario de la grúa le dice: “Gracias a que llevaba el cinturón se ha salvado”. Y debería recapacitar. Nuestra presencia alerta al conductor, aumenta su precaución y calma el tráfico.
El alcohol es una de las principales causas de accidentes ¿hay que incrementar los controles?
Siempre digo que si en un control tenemos que explicar cómo hay que actuar, es que estamos haciendo pocas pruebas de alcoholemia. Tiene que ser el conductor quien nos diga “no se preocupe, abro la bolsa, saco la boquilla…”. Sería la prueba de que ya le han hecho otro. No tratamos de buscar pruebas positivas, lo que tratamos es que la prueba sea un valor en sí. Una prueba en un lugar y a una hora en las que a priori tenía que dar negativo es un triunfo, porque al que se le realiza luego lo comenta y su eficacia se multiplica.
Pero también se dice que deben poner un determinado número de multas al mes…
Es una leyenda urbana. Es falso. No hay ningún cupo. La ATGC no solo denuncia infracciones, también realiza numerosas actividades que tienen que ver con la seguridad vial y que no están relacionadas con las denuncias (auxilio en caso de accidentes, asistencia en averías, informes de carretera...).
También que se esconden para ‘cazar’ a más conductores...
Los controles de vigilancia se establecen siguiendo unas normas muy escrupulosas, pero debe primar la seguridad de la patrulla y de los conductores. También hay quien dice “siempre se ponen a la salida del túnel”, pero no se dan cuenta de que para los conductores que vienen por el sentido contrario estamos a la entrada.
¿Qué debería mejorar en la Agrupación?
Hay que recuperar la plantilla que teníamos antes de la crisis, para incrementar nuestra presencia en la carretera y eso significaría que nuestra labor preventiva, nuestro poder de disuasión, también aumentaría.
¿Qué consejos le daría a un conductor?
Que tenga claro que cuando conducimos ponemos en juego nuestra vida, nuestra integridad personal, la de las personas que nos acompañan y la de las terceras personas que también se encuentran en la vía en esos momentos, y que una vida perdida no se vuelve a recuperar.