Soluciones a la contaminación
- Londres, Berlín o Estocolmo limitan la circulación de los vehículos más contaminantes por el centro urbano
07 mayo 2011
El anticiclón que entró en la Península a primeros de febrero calentó las capas altas de la atmósfera y evitó que los contaminantes se disiparan de forma natural, aumentando considerablemente la polución de muchas ciudades, en especial de Madrid y Barcelona, y alarmó a políticos, expertos y ciudadanos. Este fenómeno ocurre varias veces al año, en especial en España, a causa del clima mediterráneo. Borja Gutiérrez, ingeniero técnico industrial y especialista en calidad del aire, reconoce que este incremento de temperatura de la atmósfera con la altura, debido a una capa de aire caliente, “agrava la situación de ciudades que ya tienen de por sí niveles altos de dióxido de nitrógeno y partículas”.
El tráfico, responsable
Hay tres contaminantes que superan anualmente en España los niveles que recomienda la Unión Europea: partículas, dióxido de nitrógeno y ozono. Como se extrae del informe “Salud y Medio Ambiente en España 2010”, elaborado por el Observatorio DKV, el tráfico es responsable del 50% de los niveles de partículas en suspensión (PM 10). Generadas por los gases de escape de los vehículos diésel y por el desgaste de frenos, neumáticos y pavimento, las partículas ocasionan un aumento del riesgo de ingresos por causas respiratorias y cardiovasculares. En concreto la exposición crónica a partículas finas (PM 2,5) afecta gravemente a la salud. Elena Boldo, investigadora del Centro Epidemiológico Nacional, afirma que “una reducción mínima de solo 0,7 microgramos por metro cúbico en los niveles anuales de este tipo de partículas, evitaría 1.700 muertes anuales en España”.
Otros contaminantes
En el caso del dióxido de nitrógeno (NO2), cuyos niveles medios son elevados en numerosas ciudades españolas, “el problema es casi exclusivo del tráfico rodado en zonas urbanas, debido a la alta densidad de la circulación y a la elevada proporción de vehículos diésel, que actualmente alcanza el 60% del parque de vehículos”, explica Xavier Querol, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Índices agudos de este gas afectan al sistema respiratorio, dañando el tejido pulmonar y causando muertes prematuras. Una concentración elevada de ozono, un gas secundario generado por la transformación química de otros contaminantes como los óxidos de nitrógeno, desencadena síntomas de asma, enfermedades del corazón y respiratorias, y está asociada al riesgo de defunción prematura. Para Xavier Querol, “incluso en niveles relativamente bajos de contaminación existe un impacto significativo de la contaminación en la mortalidad”.
Dado que la calidad del aire es mala, el tráfico es responsable y el impacto sobre la salud evidente, los expertos se plantean diferentes soluciones: ¿hay que reducir la velocidad?, ¿hay que cobrar una tasa por circular? o, por el contrario, ¿resulta más efectivo excluir a los vehículos más contaminantes? o ¿hay que acabar con los coches diésel? Juantxo López de Uralde, ex presidente de Greenpeace y actualmente al frente de la Fundación Equo, propone establecer “zonas de bajas emisiones”, áreas donde los vehículos más contaminantes no puedan circular. Esta medida, según el informe del Observatorio DKV, supone una “reducción inmediata de las emisiones y una renovación del parque de vehículos con criterios ambientales” (gas natural, híbridos, eléctricos, etcétera). Paco Segura, coordinador de transportes de Ecologistas en Acción, incluiría “un control de partículas y dióxido de nitrógeno en las inspecciones técnicas de vehículos (ITV), retirando de la circulación los más contaminantes, en tanto no se solucione el problema”.