Bienvenido a la ciudad sin señales
- A falta de señales, conductores, peatones y ciclistas llegaban, se observaban y pasaban ordenadamente
26 noviembre 2014
No es fácil comprender la idea de un espacio urbano ‘limpio’ de semáforos y señales donde ciclistas, conductores y peatones no se atropellen unos a otros. En el norte de Holanda, en Frisia (640.000 habitantes), existen ciudades así y “Tráfico y Seguridad Vial” pudo visitarlas en 2006 de la mano de su artífice, el ingeniero holandés y experto en seguridad vial Hans Monderman, cuya filosofía se llevó a la práctica en cinco países de la Unión Europea a través del proyecto 'Shared Space' (Espacio compartido) entre 2003 y 2008.
La jornada comenzó en Oudehaske (2.000 habitantes), el pueblecito donde Monderman realizó su primer proyecto en 1983 en una calle entre casas familiares que estrechó, vació de señales y bajó la velocidad a 30 km/h. Allí sobre el pavimento rojo, su razonamiento cobraba toda lógica: "si un conductor siente cerca el peligro –de atropellar a alguien, por ejemplo–, automáticamente reduce su velocidad. Pretendo hacer las carreteras más seguras, dando la sensación de que son inseguras".
Espacios para personas
El concepto del 'Espacio compartido', vías para las personas y no solo para los vehículos, tomó forma en media docena de ciudades frisias donde el ingeniero supo adaptarlo . En algunas de ellas, la eliminación de señales fue total. En Makkinga (1.000 habitantes), la única señal está en la entrada del pueblo: un panel con el mensaje “Bienvenido a la ciudad libre de señales”. En otras como Oosterwolde (10.000 habitantes), el número de señales se redujo al mínimo (ver infografía).
Contacto visual
Entonces, ¿cómo se circula cuando no hay señales de prioridad?. “Negociando" -nos respondía Monderman-, "el espacio público fuerza a la gente a ser social y el contacto visual es parte de ese comportamiento social de las personas”. En el centro de la ciudad Drachten (50.000 habitantes) pudimos comprobarlo, en una transitada glorieta a donde los usuarios llegaban, se miraban y pasaban ordenadamente. Sin señales que les otorgaran el paso. “Ahora es un lugar agradable, más seguro y con más capacidad. Los semáforos eran el problema”, señalaba Monderman paseando orgullosamente por 'su creación'.