Ya está aquí la nueva movilidad
- Un coche privado se usa de media un 5% del tiempo total pero pagamos por tenerlo el 100%
28 noviembre 2016
"¿De compras por la ciudad?”, pregunta el rótulo de la puerta de un coche. No pretende publicitar un centro comercial, sino concienciar del uso de un desplazamiento alternativo. En este caso, de un automóvil eléctrico de pequeñas dimensiones que se recoge y devuelve en varios puntos metropolitanos y que se paga –el precio es muy barato– por minutos, según el tiempo empleado en acudir al trabajo, a un recado en las afueras o a un lugar del centro donde aparcar sea un problema. Esta posibilidad es solo una de las múltiples alternativas a lo privado que se pueden encontrar ahora mismo en las principales ciudades españolas. Bicis municipales para trayectos cortos, vehículos compartidos y nuevas combinaciones de transporte público han cambiado el paradigma de la movilidad.
Una de las innovaciones que más resuena entre estas opciones es el ‘carsharing’ o alquilar un coche para desplazamientos habituales. Pau Noy, presidente de la Asociación Española de CarSharing, cree que el sistema, nacido en España en el año 2000, ya lo aprovechan 70.000 usuarios en las principales ciudades gracias a los 800 vehículos públicos. “No hay vuelta atrás –sostiene–, la tendencia es la disminución en la posesión de automóviles”.
“Lo privado siempre existirá. Lo que pasará es que se reducirá en favor de otras alternativas más eficientes y beneficiosas para el bolsillo y el medio ambiente”, explica Pablo López, manager de ventas de BlueMove, que opera en Barcelona, Madrid y Sevilla. Ellos empezaron con cinco coches en 2011. Ahora disponen de más de 300, con 50.000 usuarios fijos. Y en aumento.
Inicios difíciles
Los inicios, sin embargo, no fueron fáciles. “La gente no lo conocía y no se fiaba. Incluso lo confundía con el ‘carpooling’ (compartir transporte en larga distancia, como Blablacar)”, indica López. “Cada vez más se busca compartir recursos que se usan poco o de manera puntual. Los datos dicen que un coche privado se usa de media un 5% del tiempo total, pero estás pagando por tenerlo el 100%. Si existe un servicio que te permite ahorrar ese 95% y dedicarlo a otros recursos, estamos seguros que cualquiera lo preferiría”.
Libertad. Ahorro. Nueva mentalidad. Estos conceptos son los que más enumeran los expertos. Las dinámicas sociales han fluctuado entre lo público y lo privado según el instante y tendencias que marcaba la coyuntura. En los últimos años, la forma de desplazarse ha ido amoldándose también a esos cambios que no solo explican una moda, sino que describen todo un ecosistema: el inicio de las ciudades se sedimentó sobre un centro lúdico, de servicios y ocasionalmente de oficinas, mientras la periferia se plagaba de casas asequibles donde dormir antes y después de una jornada laboral. Su metamorfosis en grandes megalópolis mezcló todo (se calcula que en 2030, un 60% de la población mundial se concentrará en núcleos urbanos. En la Unión Europea ya es el 80%) y alteró la ecuación de trayectos funcionales de ida y vuelta por una amalgama de movimientos: compras, trabajo, espectáculos, etcétera.
A esto se añadieron los problemas medioambientales. La ‘boina’ de polución cubrió las urbes y llegaron las limitaciones, como recientemente en Marrid, y la preocupación por un futuro en el que, según calcula la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la temperatura subirá dos grados centígrados en 2030 y entre cuatro y siete en 2070.
Al hablar de sostenibilidad y de nuevo urbanismo, una palabra salta en cualquier tratado: bicicleta. De 2014 a 2015 ha aumentado su uso un 8%, según el Índice Mundial del Ciclismo, y eso ha provocado que en las agendas de los ayuntamientos se tenga como uno de los puntos prioritarios el préstamo de bicis, la construcción de carriles o la legislación en torno a ella. En Barcelona, se habla de un gran avance, con la incorporación de Bicing, el servicio municipal. El ayuntamiento aumentó 11 kilómetros de carril bici, redactó un plan de movilidad para triplicarlo, pasando de los 116 actuales a 308 kilómetros.
Situación parecida a la de Sevilla que destina 160 kilómetros a una vía exclusiva para bicicletas. Y está considerada como la ciudad más segura de España para moverse en bici. Ricardo Marqués, responsable de Conbici.org y autor del libro “La importancia de la bicicleta”, sitúa a España a la cola de este fenómeno, pero alaba a Sevilla, Barcelona y otras urbes como Vitoria, Valencia, Zaragoza o Pontevedra. Madrid suspendía en sus valoraciones por incluir este tipo de vía en la calzada para coches: “Lo importante no es el número de kilómetros que tenga un carril bici, sino la seguridad que este aporta y la eficacia. Es decir, que creen una red eficaz para los ciclistas”.
Casi todos los expertos consultados apuntan al norte de Europa cuando se habla de movilidad y desarrollo. Suecia, Dinamarca o Noruega suelen ser los más citados, pero a la hora de decantarse por una ciudad puntera señalan, de repente, a Friburgo (Alemania). ¿Por qué? Según explica faircompanies.com, Friburgo impulsó el uso de la bici desde los años setenta, cuando se consideraba “producto del subdesarrollo”. Se habilitaron 500 kilómetros de vías y, en 1999, el 17% de la población ya la usaba en los desplazamientos habituales. En lugar de desmantelar las redes de tranvía, las amplió; mantuvo el 40% de bosque en su territorio (15.300 hectáreas); alentó la construcción de edificios con aprovechamiento de energía (mediante paneles solares o materiales que impidieran el derroche) y, junto al ‘carsharing’, estableció aparcamientos vigilados de bicis cerca de las estaciones periféricas. ¿Resultado? Su población es la que menos energía gasta de Alemania: 36,7 vatios por persona frente a la media nacional de 753.