Los "ángulos muertos" del coche autónomo
- La mayoría no se compraría un coche autónomo si este no priorizara su seguridad sobre otros usuarios
08 febrero 2017
¿Qué debería hacer un coche autónomo si se viese obligado a elegir entre atropellar a un peatón o chocar contra un murocausando la muerte de su ocupante? Sea cual fuere la opción elegida, ese vehículo habría actuado según los criterios morales con los que fue programado. Pero, ¿quién definirá esas premisas?
¿A quién salvaría?
“La programación moral de los vehículos autónomos no se puede dejar a un solo actor. Todos los agentes involucrados en el tráfico tienen algo que decir. La opinión pública y los consumidores, con sus preferencias, impondrán restricciones sobre lo socialmente aceptable; mientras que los gobiernos tendrán que escuchar cuidadosamente a los fabricantes de vehículos para no imponer limitaciones tecnológicas poco realistas”, explica Jean-François Bonnefon, profesor de la Toulouse School of Economics y co-autor del estudio "El dilema moral del coche autónomo" publicado por la revista Science.
La investigación resalta las contradicciones en las que caemos al afrontar una evolución tecnológica que puede implicar decisiones trascendentes. Por ejemplo, la mayoría de los consultados (76%) estaría dispuesta a sacrificar su propia vida si el vehículo autónomo en el que viajasen considerase, en una situación extrema, que así salvaría a más personas. Sin embargo, en otra pregunta del estudio, la mayoría admitió preferir no comprar un coche autónomo si supiese de antemano que no estaba programado para priorizar su seguridad sobre la de los demás.
¿Futuro negro?
¿Adelanta esto un futuro negro para los coches autónomos? Las grandes inversiones públicas y privadas que se están realizando en parecen negar rotundamente ese extremo. “Hay muchas preguntas abiertas en relación al impacto de tales vehículos en la sociedad y en nuestros patrones de vida: ¿podremos trabajar en nuestro vehículo? ¿pasaremos más tiempo en los coches? ¿cómo se comportarán los peatones u otros actores del tráfico cuando tengan que interactuar con estos vehículos? Solo lo sabremos con certeza cuando salgan a circular”, afirma Ignacio Solís, psicólogo e investigador Marie-Curie en el Instituto Sueco de Investigación en Carreteras y Transportes (VTI).
En el tráfico real
Precisamente, en Gotemburgo (Suecia), Volvo llevará a cabo, a lo largo de 2017, el primer gran proyecto de integración de coches autónomos en tráfico real, bautizado como “Drive me”. Para ello, se ha elegido una red de carreteras de acceso y salida de la ciudad por las que pasan a diario miles de vehículos, pero con algunas ventajas para llevar esta experiencia con ciertas garantías, como la inexistencia de peatones o la anchura considerable de sus carriles. Por ellos transitarán cien unidades del “Volvo XC90” equipadas con sistemas de conducción autónoma de última generación.
Seguiremos vigilando
Pero, ¿y las personas? ¿Estamos preparados? ¿Rrealmente los queremos? En un estudio del Instituto de Investigación del Transporte de la Universidad de Michigan (UMTRI), en el que se consultó a ciudadanos estadounidenses, británicos y australianos, el 56,8% de los encuestados afirmó tener una opinión positiva sobre estos vehículos. Además, un 65% se mostró interesado (en menor o mayor grado) en poseer o alquilar un coche ‘autopilotado’. Sin embargo, cuando fueron preguntados sobre qué actividad dedicarían en su coche el tiempo libre que les dejase la conducción autónoma, el 41% eligió la opción “seguir vigilando la carretera aunque no esté conduciendo”, mientras que menos de un 10% respondió leer, trabajar, ver la televisión o dormir.
En “El dilema moral del coche autónomo”, la revista Science estudiaba la hipótesis en que un coche autónomo debiera elegir, ante un fallo en los frenos, entre atropellar a un peatón que cruzaba tranquilamente por un paso para peatones o chocar contra un muro causando, posiblemente, la muerte del ocupante del vehículo autónomo. Para que el coche pudiera tomar esa decisión, debería haber sido previamente programado con unos criterios morales, y Science se preguntaba quién definiría dichos criterios. Un dilema, por otra parte, que también podría plantearse a un conductor humano.
En el reciente estudio español “Conductores y nueva movilidad”, elaborado por Autofácil, Pons, Autoscout24 y lainformacion.com, el 34,2% de los encuestados afirmó imaginarse ya circulando en un coche sin conductor, mientras que otro 30,9% dijo que se veía montando en uno de ellos en el futuro. Un tercio de los consultados contestó que no se imaginaba en uno de ellos, ni ahora ni nunca. En este mismo estudio, el 60,2% de los encuestados cree que la formación de los usuarios de los coches autónomos será totalmente diferente a la de los conductores de automóviles tradicionales.
Si los conductores de todo el mundo necesitan obtener un permiso para demostrar que poseen conocimientos suficientes para conducir con seguridad, ¿por qué los coches autónomos no deberían tener que pasar pruebas? Esto se preguntaron en el Instituto de Investigación del Transporte de la Universidad de Michigan (UMTRI). A finales de 2015 publicaron el estudio “¿Deberíamos pedir permisos de conducción a los vehículos autónomos?” que extrapola al vehículo autónomo los conocimientos que debe adquirir un conductor: aptitudes visuales y psicomotrices, conocimiento de normas de tráfico... Tras repasar las fortalezas y debilidades de los coches autónomos actuales (dificultades de visión en ciertas circunstancias, interpretar normas de forma demasiado rígida o problemas en algún tipo de carreteras), los autores concluyen que es necesario validar mediante una licencia que ese vehículo autónomo está listo para circular con seguridad en cualquier situación.