Derecho a la Movilidad
- Todos tenemos derecho a una movilidad segura, limpia y conectada
03 diciembre 2018
En estas cuatro décadas hemos pasado del culto al automóvil al ‘boom’ de los VMP, vehículos de movilidad personal (patinetes eléctricos, segways, etc.). Hace 40 años era impensable concebir una ciudad sin reservar espacio para el coche: aparcamientos, garajes, accesos y carreteras. En la actualidad, se lucha contra un ‘enemigo’, que no es el coche, la furgoneta de reparto o la moto, sino el impacto que este tipo de movilidad motorizada tiene en el desarrollo saludable de una ciudad: accidentes de tráfico, atascos, contaminación, ruido, falta de espacio en aceras, falta de accesibilidad, inseguridad y mala convivencia entre diferentes usuarios…
Sin humos y sin ruidos
Fue la Unión Europea –desde la aplicación de lo acordado en el Protocolo de Kioto–, la que fomentó la compra de vehículos con motores diésel, debido a que emitían un 20% menos de CO2, necesario para cumplir el objetivo de emisiones. Pero, aunque los vehículos diésel emiten menos CO2, expulsan partículas en suspensión (PM) y óxidos de nitrógeno (NOx), dos contaminantes que casi no están presentes en la gasolina. Una década después, Madrid y Barcelona se suman a la lucha de otras ciudades europeas contra las emisiones, restringiendo la circulación de los vehículos de combustión más antiguos (siguiendo la clasificación medioambiental del parque de vehículos elaborada por la DGT). De momento temporalmente, solo en episodios de alta contaminación, pero se esperan restricciones mayores en el futuro. Barcelona, por ejemplo, ya ha anunciado que a partir del 1 de enero de 2020, los vehículos no etiquetados no podrán circular de manera permanente.
El desarrollo industrial y urbano de los años 60 introduce el automóvil de manera masiva en nuestro país. Los primeros intentos de recuperar centros históricos mediante peatonalizaciones, curiosamente, no obedecen a criterios medioambientales (como ocurre en otros países de Europa), sino a criterios económicos, o bien para potenciar su interés turístico o bien para fomentar una revitalización comercial. No es hasta mediados de los 90 cuando empieza a preocupar el impacto ambiental. El impulso de estas peatonalizaciones procede, entonces, de redes como Ciudades Sostenibles (1995) o Ciudades sin Coches (1996). Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, de la mano de la Agenda 21, consigue vertebrar la ciudad en una red de sendas peatonales y ciclistas en torno al Anillo Verde.
A pesar de ello, y según datos de la Comisión Europea de 1999: en España se recorren en bicicleta 24 kilómetros por habitante al año, 40 veces menos que Holanda (1.019 kilómetros) o Dinamarca (958 kilómetros).