Glaucoma, enemigo silencioso
- La reducción del campo visual, un síntoma de glaucoma, es muy peligroso al ponerse al volante
11 marzo 2021
El día 12 de marzo se celebra el Día Mundial del Glaucoma, dentro de la Semana del Glaucoma, dedicada a concienciar el grave peligro que supone esta enfermedad para la visión y la salud de las persona. De hecho, en España –según el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO)–, el glaucoma afecta a un millón de personas y es la segunda causa de pérdida de visión, solo por detrás de las cataratas. Además, el problema es que se trata de una enfermedad en la que "el paciente no experimenta ninguna molestia ni síntoma hasta que se produce una pérdida de visión permanente e irreversible”, explica el presidente del CGCOO, Juan Carlos Martínez Moral, que insiste en la importancia del diagnóstico precoz y el tratamiento de la afección en los estadios iniciales. De hecho, con un examen temprano para identificar el glaucoma, “los casos de ceguera se podrían evitar en un 95%”, añade. En esta misma línea se decanta el doctor Gonzalo Muñoz, director Médico de Clínica Baviera: “El glaucoma es una enfermedad que solo da síntomas en fases muy evolucionadas, cuando el daño es irreversible, por lo que una revisión a tiempo puede evitar su desarrollo en el 90% de los casos".
Y este es el problema para la conducción. Al tratarse de una enfermedad que no produce molestías y cuyos síntomas iniciales son pequeñas pérdidas en el campo de visión, el conductor se acostumbra a esa pérdida de visión, sin apreciarla. Pero esa pérdida del campo de visión deja fuera de nuestra 'vista' elementos –como objetos (automóviles, farolas, marcas viales, señales) y personas (conductores, ciclistas, peatones)– que son importantes para la seguridad vial, propia y de los demás usuarios de la vía. Y teniendo en cuenta que, al conducir, se calcula que el 90% de la información nos llega a través de los ojos, cualquier deficiencia en la visión es peligrosa al volante.
El glaucoma es una lesión irreversible del nervio óptico, cuyo signo más relevante es un elevado índice de la presión intraocular que causa una pérdida progresiva de la visión del afectado, carencia que normalmente comienza por la periferia del campo visual. Aunque esta afección ocular puede aparecer a cualquier edad, algunos grupos de pacientes son más proclives a desarrollarla en uno o ambos ojos; por ejemplo, las personas mayores de 45 años, que deben comprobar su presión intraocular al menos una vez al año. El proceso de detección consiste en una exploración de fondo de ojo, una medida de la presión intraocular y una campimetría, esto es, un examen médico que se utiliza para valorar las alteraciones del campo visual.
El glaucoma guarda una estrecha relación con el envejecimiento (la prevalencia a partir de los 40 años es del 2% y de un 4% a los 70), en la que influyen factores genéticos y ambientales, y donde el único agente de riesgo modificable es la presión intraocular. Sin embargo, también personas con antecedentes familiares de glaucoma, pacientes con una presión intraocular alta o con una miopía elevada (mayor de 5 dioptrías) son un grupo vulnerable, sobre todo los últimos, ya que el nervio óptico de los ojos miopes es más susceptible a la lesión que el de los no miopes.
Por otro lado, aquellas personas medicadas con corticoides o que hayan sufrido un golpe o traumatismo en el ojo también son más propensas a sufrir esta enfermedad silenciosa junto con los diabéticos. En este último caso, se debe al aumento de los niveles de glucosa en sangre, que puede provocar graves daños en la retina.