Peatón-conductor: convivencia obligada
- El 65% de los peatones fallecidos en 2020 en vías urbanas tenía 65 años o más.
23 marzo 2022
“No me gusta hablar de culpa; la culpa genera un sentimiento de tristeza que inmoviliza y no genera una modificación de conducta positiva. Prefiero hablar de responsabilidad, ¿quién tuvo más responsabilidad en el evento que desencadenó el accidente?, ¿cómo podríamos subsanarlo para que no volviera a ocurrir?”.
La pregunta la lanza el director de Proyectos de Fesvial (Fundación Española para la Seguridad Vial), José Ignacio Lijarcio. Y añade: “Todos los accidentes son evitables en un 100% de los casos. Ya sea por error humano, fallo del vehículo, climatología adversa o problema en la vía, no podemos pensar que el atropello a un peatón es fruto del destino o del azar y que no se puede evitar".
Evitable al 100% y, sin embargo, los datos están ahí: los peatones han pasado del 17% del total de fallecidos en 2011 al 22% en 2019 y al 19% en 2020, según datos del Observatorio Nacional de Seguridad Vial de la Dirección General de Tráfico (DGT).
Y tampoco Europa sale bien parada. Las cifras estadísticas del Consejo Europeo de Seguridad en Transporte (ETSC) de 2020 indican que todavía 5.200 peatones mueren en las vías europeas, “mucho más que ciclistas”, recuerdan desde Fesvial.
“Seguramente, las causas más comunes son la falta de cuidado de los peatones al no entender que somos los más débiles y que, por tanto, nos tenemos que proteger y hacernos ver. Muchas veces pensamos que tenemos todos los derechos y ‘ya pararán los coches’. Y por desgracia, esto no es así en muchas ocasiones”, apunta el representante y exvicepresidente de Stop Accidentes, Fernando Muñoz.
Ninguna infracción
Por su parte, Julio Capón, consultor de Pons Mobility, indica que “en la mayoría de los casos el peatón no está cometiendo ninguna infracción, que es cometida por el conductor, y en estos casos, normalmente se debe a circular por encima de la velocidad adecuada a la situación o a no respetar las preferencias de paso”.
Aunque no hay una definición tipo de cómo es el peatón en España, “grosso modo, es muy confiado, tanto sobre sí mismo (me da tiempo a cruzar) como sobre el conductor (le da tiempo a pasar). Se distrae fácilmente, sobre todo con el uso del móvil, ya sea leyendo mensajes o hablando por él”, apunta.
Esto, sin embargo, no elude la responsabilidad del conductor. Según Capón, un hecho que se repite en bastantes atropellos es que el conductor no ha visto al peatón por el hecho de que algo le ha impedido verlo y, en consecuencia, no disminuye la velocidad. Aplicando una especie de regla que sería: “Como no veo a nadie, no hay nadie”, en vez de “como no tengo visibilidad, bajo la velocidad, por si cruza alguien”.
Y en paralelo, “muchos peatones, confían en exceso en que los conductores les han visto o que les da tiempo a detenerse y eso no siempre es así”.
La ley del embudo
Fernando Muñoz habla de embudo. “Ponemos siempre el embudo con la parte ancha en función de qué rol desempeñemos. Cuando somos peatón, que los coches nos respeten y se paren, porque para eso somos peatón. Pero cuando somos conductores de cualquier vehículo, que el peatón tenga cuidado, que mire, que espere”.
Porque, ¡que levante la mano quien nunca haya pasado un semáforo en rojo o quien nunca haya cruzado a escasos metros de un paso de peatones o por donde es claramente peligroso! No obstante, desde la Coordinadora Ibérica de Organizaciones Peatonales, ANDANDO, “en la ciudad conviven múltiples actores: peatones, ciclistas, usuarios de patinetes, motoristas y conductores, entre los que existe una relación de fuerzas en la que, lógicamente, el más fuerte es el que más daño puede generar en función de su masa y velocidad. Está claro que el más vulnerable de todos es el peatón, incapaz de generar ningún daño”.
También desde A Pie, asociación de viandantes, insisten en que “los peatones no son peligrosos, no son capaces de producir daños, por lo que no cabe la misma consideración de responsabilidad respecto a las personas que conducen las máquinas que sí producen daños”. Buscar soluciones. Sin intención de buscar culpables, y sí soluciones, desde Stop Accidentes certifican que “el grupo de peatones concienciados va aumentando por la educación que los niños van recibiendo poco a poco”.
Es el factor en el que todos insisten: la educación vial. Desde ANDANDO ponen un ejemplo de por qué hay que seguir trabajando en este terreno. “Resulta muy preocupante que las muertes y heridos graves en atropellos en vías urbanas acaben siendo socialmente aceptadas como algo inevitable cuando no lo son. Prueba de ello sería el caso de ciudades como Pontevedra, que ha conseguido en 8 años consecutivos 0 muertos al año en sus vías urbanas”, explican.
La educación vial empieza en las aulas, y antes en casa, porque, como subrayan desde PONS Mobility, “lo primero que aprendemos es a andar”. En esa misma idea se posiciona Fernando Muñoz: “La educación vial y ciudadana debe hacerse desde la más tierna infancia para que lo asumamos como algo natural. Por supuesto, esto son valores: empatía y respeto a los demás, compartir el espacio público y respetar las normas”.
Así, asociaciones de víctimas como Stop Accidentes pide leyes que incluyan la educación vial en las horas lectivas de todo el tramo escolar, con la adecuada formación del profesorado para que sea aplicado de forma transversal en todas las asignaturas.
También desde Fesvial la respuesta es clara: “Debemos comenzar a enseñar desde la familia… La familia es el primer grupo o entorno de educación y socialización, padres y madres educan diariamente con su conducta”, subraya José Ignacio Lijarcio, para quien es necesario fomentar la cultura preventiva y los valores sociales aplicados a la movilidad (tolerancia, respeto, perdón, confianza, prudencia, etc.).
Grupo de riesgo
Preocupa la seguridad vial y, de manera especial, la de nuestros mayores en vías urbanas. Según datos de la DGT, la franja de edad más complicada es la de mayores de 65 años. El 65% de los peatones fallecidos en 2020 en estas vías tenía 65 o más años (54% en 2010), ascendiendo al 70% en 2019).
“Las cifras de siniestralidad de los mayores en zona urbana muestran una tendencia preocupante en los últimos años, más si cabe si tenemos en cuenta las proyecciones de envejecimiento de la población”, dice el director de Proyectos de Fesvial con los datos en la mano: “Si en 2018 había 9 millones de personas de 65 años o más en España (el 19% de la población), en el año 2033 se prevén 12 millones (el 25% de la población)”.
Límite 30 km/h
Surge aquí de nuevo el debate de la velocidad y el papel de las Administraciones. “La modificación de la velocidad, con el límite 30 km/h en vías de un sentido en ciudad, supondrá una mejora en la pacificación del tráfico necesaria para disminuir el número tanto de fallecidos como de heridos en vías urbanas”.
Como muestra, el consultor de Pons Mobility sitúa en el mapa a Bilbao. Se trata de la primera ciudad de más de 300.000 habitantes en implantarlo y ha logrado reducir entre el 20% y 30% el número de accidentes y víctimas.
Foro ANDANDO recupera la Carta Europea de los Derechos del Peatón firmada por España en octubre de 1988. Su principal mensaje es que cualquier persona tiene derecho a disfrutar del espacio público en igualdad de condiciones, es decir, sin importar su edad, sexo o condiciones físicas o psíquicas.
“Para que esto sea posible, tanto la sociedad como las administraciones públicas tienen mucho que decir. Es indispensable que cualquier desplazamiento a pie en las urbes sea fácil, seguro y accesible”.
Papel clave
El papel de las Administraciones es clave. Para Julio Capón, “es su responsabilidad tomar decisiones políticamente valientes pensando en el bienestar a largo plazo de la ciudadanía. ¿Cómo? Garantizando el cumplimiento de los límites de velocidad con una estrategia de fiscalización inteligente a través de una vigilancia efectiva vía radares y con una política de sanciones equilibrada. Solo así se obtendrán resultados en el medio plazo para reducir la siniestralidad de los colectivos vulnerables de la vía”.
Ya lo dijo el escritor francés Fréderic Dard: “Un peatón es un hombre sin su automóvil”. Por eso, el razonamiento de Fesvial: “Educación vial a todos y todas y en todos los niveles, no sólo en el contexto educativo, también en el laboral, lúdico, de ocio, etc. Nunca viene mal que nos recuerden que podemos hacerlo mejor”.
Son casi las 9 de la mañana. La ciudad quema en hora punta. Elegimos una entrada a Madrid, con boca de metro y paradas de autobuses urbanos e interurbanos. Hay negocios, hay un supermercado con zona de carga y descarga en la calzada. Hay cerca un hospital y colegios, muchos colegios. Ah, y parada de taxis, y hasta una autoescuela con sus coches en doble fila esperando a los alumnos. Nos situamos estratégicamente y cuaderno en mano, pasamos revisión a las conductas poco ejemplares.
• La primera llega sin tiempo de sacar el bolígrafo. Un autobús que viene de los pueblos de la autovía de Valencia, con su consabido retraso en hora punta y pasajeros que salen corriendo, para tomar algunas de las conexiones (autobús o metro) a su punto de destino. Nos fijamos en X. Baja corriendo, con la cazadora aún en la mano, y se lanza a la carretera sin mirar y con el semáforo en rojo. Llega, por los pelos, pero llega a su siguiente autobús. En el camino ha esquivado a un ciclista y ha recibido varios “bocinazos” de un coche que casi le atropella y que, además, circula a una velocidad bastante elevada.
• Dirigimos la mirada a la zona de los colegios. Está llena de coches en doble fila y mal aparcados. Un papá estaciona su vehículo en una esquina, quitando visibilidad a peatones y conductores. Tampoco él ve ni le ven. Un autobús de la EMT pasa por ese tramo impracticable en la que el papá va enfadado y el niño, por detrás, tirando de su mochila. Se agacha a coger algo. El conductor de la EMT se impacienta. El padre se da cuenta y vuelve a por su hijo, increpando al autobús. “Por unos minutos, te esperas”.
• A escasos metros un anciano cruza el semáforo (en amarillo intermitente para los vehículos). Un conductor que debe llevar mucha prisa casi roza al anciano en su carrera por arañar unos segundos al reloj.
• Vale, fue Napoleón Bonaparte el que dijo: “Cinco minutos antes no es la hora. Cinco minutos después no es la hora. La hora es la hora”. Y con eso cuentan los que corren como si no hubiera un mañana o el que va a coger un taxi a la parada para llegar al aeropuerto a tiempo, aunque sea entrando por la puerta que no se debe y haciendo casi caer a un motorista.
• La ‘señora Y’ va mirando su móvil. Debe de ser algo divertido, porque se oye su risa que la mascarilla impide ver. Cruza, pero el brazo de una transeúnte le frena. “¡Cuidado! –le dice la buena mujer–. Hay que mirar”. La ‘señora Y’ ni se había percatado. Tampoco deja el móvil.
• Un buen vecino que va con su papel y vidrio para reciclar. Nada que decir. A escasos centímetros está el paso de peatones. Pero no, para qué cruzar por ahí cuando se puede hacer por una intersección de varios cruces. “Poco pasa”, dice una mujer que nos ve tomando notas.