No solo reconocimientos más estrictos
- “Pretender reducir la siniestralidad de las personas mayores al volante solo con mejores reconocimientos médicos es una ingenuidad” Luis Montoro (FESVIAL)
26 mayo 2022
Los mayores de 64 años representan en torno al 26% de los fallecidos en accidentes de tráfico, aunque apenas suponen el 16% del total de conductores. La cifra es alta incluso teniendo en cuenta que este grupo demográfico apenas alcanza una quinta parte (19,6%) de la población española, lo que lleva a incluirles en la categoría de vulnerables, como ya ha hecho la DGT en su balance estadístico.
Ese carácter de vulnerable se plantea no solo en su papel de conductores, sino también como peatones. De hecho, más de la mitad de los peatones fallecidos y el 40% de los heridos graves tenían más de 65 años.
Fortaleza física
Son más vulnerables porque a la pérdida de aptitudes psicofísicas (más problemas de visión, pérdida de oído, de reflejos...) se suma el mayor riesgo de sufrir lesiones y/o de morir que una persona más joven ante un siniestro de similares características. Esto es debido básicamente, según explica un reciente informe de FESVIAL (Fundación para la Seguridad Vial), “a la diferencia de constitución y fortaleza física que tiene el cuerpo humano en función de la edad”. De hecho, según dicho informe de FESVIAL, “la letalidad en siniestros con personas mayores se puede quintuplicar”.
El presidente de FESVIAL y catedrático de Seguridad Vial, Luis Montoro, lo resume con claridad: “Las capacidades psicofísicas en los mayores hacen que tengan una reacción más lenta, tanto muscular como mentalmente y, a la hora de pisar el freno, por ejemplo, no lo hacen con la misma intensidad y rapidez que un joven. Lo mismo ocurre a la hora de interpretar lo que ocurre en su entorno. Por ejemplo, los deslumbramientos afectan de manera muy grave a los conductores de más edad, tienen peor agudeza visual, un campo más estrecho con problemas para percibir lo que hay en los laterales…”. De hecho, por ejemplo, las pérdidas de visión, que afectan más a las personas mayores, se agravan de noche.
Pero esas deficiencias –que a veces ellos intentan compensar con experiencia o, incluso, con mayor precaución, por ejemplo, limitando su conducción o su velocidad al circular– se tienen que ver acompañadas de otras estrategias. Por ejemplo, FESVIAL insiste en la importancia de que estos conductores cuiden “especialmente mantener una posición adecuada y que mantengan la del resto de los pasajeros, y la adecuada colocación de objetos y animales transportados para que no haya interferencias entre el conductor y cualquier de ellos”.
Propuestas
Algunos expertos plantean que no se pueden realizar los mismos reconocimientos psicotécnicos para la renovación de los permisos a jóvenes que a mayores de ciertas edades. Luis Montoro opina que “pretender reducir la siniestralidad de las personas mayores al volante solo con mejores reconocimientos médicos es una ingenuidad”. Por ejemplo, esto parece obviar el problema de su accidentalidad como peatones.
En este sentido, FESVIAL propone, en línea con recientes estudios, “abordar múltiples factores”. Así, por citar solo los principales, plantea:
• Exploraciones psicofísicas más exhaustivas cada dos años para los mayores de 70 años, acompañadas de un programa de vigilancia de la salud que contemple las capacidades necesarias para conducir con seguridad como visión, audición, reflejos, atención… No hay que olvidar que casi la mitad de los mayores de 65 años tiene prescrita una media de 5 medicamentos al día, con algunos de ellos, directamente o por sus interacciones, incompatibles con la conducción.
• Incentivar la renovación del parque de vehículos. Los más modernos incorporan sistemas de seguridad y ayudas a la conducción que pueden compensar esas pérdidas de los mayores –por ejemplo, el Sistema de Mantenimiento de Carril o los Avisadores de Ángulo Muerto–. “La posibilidad de morir en un siniestro con un coche de más de quince años de antigüedad es tres veces superior a con uno de menos de cinco años”, resume Luis Montoro.
• Mejorar las infraestructuras, tanto en el diseño del trazado como clarificando la señalización, iluminando puntos críticos o implementando medidas de contención y seguridad que 'perdonen' los errores. Esto incluye la incorporación de herramientas tecnológicas que ayuden a estos conductores en intersecciones complejas, salidas a vías rápidas y que evitarían buena parte de sus errores.
• Mayor implicación de los sistemas de salud y atención primaria. Es básico que los profesionales sanitarios se impliquen en facilitar siempre un consejo sanitario en materia de seguridad vial, por ejemplo, informando de la interferencia en la conducción de determinados fármacos cuando se recetan. Luis Montoro reclama, incluso, ir más allá: “En Francia o Suecia, si el médico de Atención Primaria detecta que hay un problema con un paciente o desarrolla una patología que puede afectar a la conducción lo comunica a las autoridades de tráfico, algo que en España no se hace”.
• Establecer programas de formación para los colectivos de mayores en los que se recuerden las normas básicas, la implementación de tecnologías y se les ayude a comprender los riesgos a los que se enfrentan por la edad, como en la conducción nocturna –por la pérdida de visión debida a la edad– o con dificultades climatológicas –por la reducción de reflejos, etc.–.
Lo cierto es que el incremento de la esperanza de vida y la mejora de las condiciones de salud de los mayores hacen que haya un grupo cada vez más amplio de personas mayores activas y circulando, ya sea como conductores de vehículos o como peatones. De hecho, según previsiones del INE, en 2068 un tercio de la población española –más de 14 millones– serán mayores, lo que, si no actuamos, puede llevar a cifras de siniestralidad aún más elevadas.